jueves, 19 de mayo de 2022

Navegar en el abismo

Cuando me rechazaste la rabia pudo conmigo. No contra ti, sino contra mí. ¿Qué era eso que fallaba en mí? Estaba defectuosa. Nunca fui lo suficientemente buena, no era lo que buscabas. Intentaste, durante años, modelarme a tu antojo con desplantes y golpes, pero yo no respondí a tus expectativas. Cabezazos, cortes, arañazos, quemaduras, nada era capaz de tapar el dolor. Ese fue mi día a día durante mucho tiempo.

La gente preguntaba "¿Qué te ha pasado?" y yo contestaba con naturalidad "me quemé con el horno" complaciente, simple y creíble. Ilusos. ¿Qué podría contestar? ¿Qué era imperfecta? ¿Qué me odiaba porque me expulsaste de tu vida? Una quemadura era más fácil de entender para sus frágiles mentes.

Luché contra viento y marea, contra mi misma, los demás, los prejuicios, las preguntas. Hasta que, un día, él me vio. Entiéndeme, muchos me miraban, veían mi carcasa, mi normalidad, pero no en lo que me había convertido. Él sí. Cogió mis manos y preguntó "¿Qué te ha pasado?" "Me quemé con el horno" contesté de manera automática. Pero no se lo creyó. Durante semanas, meses y años luchamos juntos contra un enemigo común: yo misma.

Él quería trepar los muros en los que me escondía y yo quería ocultar la rabia como un tesoro. Pero llegó el día en que asaltó la fortaleza y descubrió el escondite. Llegar al tratado de paz conmigo misma no fue fácil. Pasaron años hasta que pude aceptar que no era perfecta, pero tampoco el monstruo que me creía. Que no era la culpable, si no la víctima.

Todo aquello hizo que mis construcciones se derrumbasen: la imagen que proyectaba y la que había interiorizado. Sin embargo, aún no había encontrado quién era o quién quería ser. Después de la rabia y el dolor de tu rechazo tenía que enfrentarme a un nuevo sufrimiento: la reconstrucción. Seamos sinceros, preferiría haberme muerto. Aunque, no creas, en cierta medida lo hice. Toqué el fondo de mi abismo y pensé, o cavo el agujero o nadamos. Él me gritó convencido desde la superficie "nadamos".

Y así fue como aprendí a navegar sin ti, sin mí. Sin ese mí que creía mío y era tuyo. Me saqué el carné de patrón de barco y ahora navego por mi misma, con él, pero por mí, ese mí mío que no conociste. Y ya no me importa contestar a los demás "Es una herida de guerra", aunque no lo entiendan. Nunca más ocultaré el motivo de mis heridas, porque ellas son más mías que lo que yo fui tuya.

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