El sol quemaba ese día, el silencio del lugar era tal que podía escuchar como crujía el césped bajo mis pies. Tuve que salir de esa sala, las personas y su murmullo, las preguntas indiscretas, los abrazos no pedidos eran más de lo que pude tolerar; huí y encontré refugio en esa banquita que miraba al valle. Allí mirando hacia el estadio pensé en él y su alegría, de pronto sentí que de un momento a otro me sorprendería por detrás, y con una sonrisa me diría que todo esto era una de sus bromas, una de aquellas tantas en las que caí. Con la mirada en el suelo y mis manos tratando de hallar consuelo entre ellas traté de respirar suavemente para no llorar, pero ya era tarde, las lágrimas ya hacían una carrera por mis mejillas. En medio del remolino de pensamientos, pesqué uno que mi padrino me dijo de niña el día que encontré a mi periquito asesinado por un despiadado ratón; "Él siempre vivirá en tu corazón"; aquellas palabras en ese momento no les presté atención, yo sólo pensaba en cobrarle venganza a aquel ratón. Meses después comprendería lo que él quería decirme mientras me escondía en un compartimento de su escritorio, abrazando el peluche que me dio la última vez que nos vimos. En aquel rincón me refugié por meses, cada vez que quería derramar mi tristeza porque me hacía sentir cerca del único adulto que me comprendía y repetía sus palabras " siempre vivirás en mi corazón".
Ya no estoy en la banca de aquel cementerio, pero hay días en que la cotidianeidad golpea, como cuando encontré la escalerilla plegable que me compró para yo alcanzar las cosas altas; es duro y la cabeza te juega malos ratos y te preguntas ¿por qué no le dediqué más tiempo? ¿Y si hubiera hecho esto o aquello…? Algunas veces cuando esto pasa, trato de buscar un salvavidas, hay días en que no lo logro, otros, bellos recuerdos vienen a mi rescate, un día recordé una conversación con mi dulce abuelita de 103 años; ella me miraba con toda la dulzura que podía caber en su corazón mientras le ayudaba a ponerse sus zapatos, yo al encontrarme con su ojos le dije -¡Qué voy a hacer cuando me faltes mi viejita! Y ella me contestó -vivir, yo he visto tanto en esta vida mi amor, ahora te toca a ti.
Hay días difíciles en los que el recuerdo golpea, oler las pastillas de homeopatía me remite a mi padrino, la melodía de la canción de cuna que mi abuelita me cantaba, pero así como hay recuerdos que derriban, hay más recuerdos de amor, su amor que me ha acompañado durante los años superando pérdidas y también durante las alegrías. Hoy me duele que no estés pero sé que en un tiempo cada vez que vea la estrella del norte en el cielo, sonreiré y diré -gracias por tu amor que aún siento aunque no estés aquí.
Me llevó a recordar con amor cada pérdida de un ser amado. Bello
ResponderEliminarHermoso, se logra transmitir los sentimientos de la persona que lo ha escrito.
ResponderEliminarLlega al alma ! Me recuerda a mi dulce Papá ❤️😍🙌🌷 ... un día a la vez ...
ResponderEliminarNo muere quien vive en nuestros corazones. Hermoso relato!
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