jueves, 19 de mayo de 2022

Me dicen

Me dicen que me anime, que todavía soy joven, que no puedo dejar que esto me hunda y tampoco todo el día en la cama. ¿Cómo que no? Si aún permanece tu olor en la otra almohada. Si, a veces, cuando llega ese instante fugaz antes del sueño, te dejan volver un segundo y te noto a mi lado, cogiéndome la mano. La psiquiatra es muy joven, sabe de la pérdida por los libros y ya está, pero se nota que es un alma vieja que decías tú: «No estás rota, sólo eres una persona». Creo que es la primera que me dice eso, que no me pide que me levante ya, que no me recuerda que hay que trabajar y seguir y ver la tele hasta dormirme en el sillón y no contigo, con los restos de la cena al lado antes de repetir todo al día siguiente. La locura es verle sentido a eso o que nos parezca bien.

Me ha mandado unas pastillas, para quitarme un poco de peso sobre los hombros, nada más, no me atontarán ni convertirán en otra. Me ha dicho que hoy parece prohibido estar triste, pero tenemos ese derecho y no pasa nada.

También que dice que te siga escribiendo como hago ahora y te diga todo eso que nos callamos, porque siempre es lo más importante.

Pero es que, verá doctora, el problema es que yo tuve la suerte de que nos decíamos todo y cada día le envío estas cartas sólo para seguir como siempre. Que nunca quisimos más, sólo tenernos y contarnos el día y sus cosas tontas y luego quedarnos abrazados, hablando en la oscuridad de nuestros sueños hasta que nos encontraran los de esa noche.

Y ahora no puedo respirar y ya viene el frío y confieso que he pensado en ir a buscarte. Que la idea cruza a menudo, porque tu olor en la almohada es cada vez más leve y debería hacerlo antes de perder tu rastro del todo.

Ya, ya lo sé, no te preocupes, sólo lo escribo para no hacerlo. Siempre me dieron miedo las alturas y no saltaré, así que tranquilo. Tranquilo también porque me tomo las pastillas y no falto a una cita y un día sé que todo pasará y llegará ese momento en el que no pensaré en ti, aunque sea unos segundos solo. Y ese momento se irá haciendo un poquito más grande cada vez. Pero es que, cielo, yo no anhelo que llegue eso. Yo lo temo porque no mereces ser olvidado, porque creo que por recordarte encuentras el camino hacia mí durante ese instante entre la vida y el sueño. Y seguimos durmiendo juntos de alguna manera.

Pero, en serio, tranquilo, que me quedo. Te lo prometí y no quiero que esa psiquiatra sepa por mí lo que es la pérdida más allá de los libros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario