¿Cuánto ha sido? Casi veinte años. Ahora el olor a soledad y abandono, rodea mi aura. Mi alma flagelada, corroída y fragmentada se encuentra infectada por la ponzoña del desamor y la burla.
Pero, tú me amabas. ¿Acaso he sido tan idiota para no darme cuenta hasta esta madrugada? No es posible que mi corazón doblegara a la razón y creara un paraje de fantasía en el cual te convirtiera en el príncipe devoto y refinado. No. No puede ser. No quiero ni puedo concebir la idea de que todo fue una farsa. Maldigo aquel momento en que ese hilo rojo enlazó nuestras vidas.
Ahora la madrugada me señala con claridad mi enferma determinación. Odio esta vida, es mejor si durmiera unos años. Quizá logré hacerte recapacitar. Evidenciarte lo perfecta que puede ser tu vida si sigues junto a mí. Encontrar un balance entre tu aventura y lo que tienes conmigo. Si tu quisieras podría esforzarme y darte lo que has encontrado con esa otra mujer. No. No quiero que tires a la basura la fabulosa familia que he construido. Nuestros hijos son perfectos. Inteligentes y con un futuro prometedor. Debemos intentarlo Solano. No puedes seguir con esa idea que soy solo un adorno en tu vida.
Mira todo lo que tengo para ofrecerte. Todo lo que te he brindado en estos años. ¿Acaso no has sentido mi apoyo en tus proyectos? ¿Acaso no has visto que he dejado por un lado mis sueños por cumplir los tuyos? ¿Acaso eres tan estúpido y mal agradecido? Idiota. Eres una basura. Prefieres a esa antes que a tu familia. Prefieres eso tan vano y no el valor que te damos como familia. Eres un gran idiota.
Oscuridad. Angustia. Desolación. Ante el lúgubre abrazo de la tristeza, los ojos exhaustos, petrificados, imposible de abrirlos. El pánico se afianza de mi alma, la negrura del desamparo es la puerta de mi sepulcro, el roce del fétido consuelo de la lastima, la broma amarga del existir. Mi mente a mil por hora recita vocablos que solo flagelan aún más mi fragmentada alma. Me encuentro hecha añicos. No ves siquiera el dolor que me has causado. No. No quiero despertar. No quiero comer. Mi sepultura me da la paz que no tengo. Salir a la luz del día es quemar mis ojos, sofocar mis pulmones, aniquilar mi sonrisa. No. Mi cama. La oscuridad. La desesperanza.
Me abraza mi madre y mis hijos. Tú me recriminas mi falta de voluntad. Es un capricho, solo es un drama vano, vomitas. Mis hijos me asean y me dan la energía para salir y bañarme. Mi madre con ternura me inspira a lavar mis dientes. Mis hijos, como muletas, me apoyan a dar un paso a la vez. Lograré vivir. Ahora lo sé. Tú, mi verdugo, te has ido, y yo he superado la angustia de ver la agónica muerte del amor. Ahora el amor propio me lleva de la mano y con paciencia avanzaré hasta alcanzar la estabilidad emocional.
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