miércoles, 25 de mayo de 2022

El ronroneo de mi pecho

De la manera más ingenua acabó metiéndose en la boca del lobo que nunca temió. Así es, todo lo observó desde lejos, hasta que sin saberlo ya no supo cómo salir. Todo fluía con normalidad hasta que ese pensamiento reincidente empezó a resonar en lo que parecía ser el corazón. Aparecía y persistía, como si hubiese llegado para quedarse. Al principio lo negaba, pudiendo asemejarse a un suceso de infortunios, sin embargo, la sensación constante de habitar un intruso en su interior hizo sonar sus alarmas. Es ahí cuando cada paso era más pesado que el anterior y por aligerar se acabó descalzando. Ardiente se volvió su amanecer, tanto que no se diferenciaba del anochecer. Su corazón seguía latiendo, pero había momentos en que ese alguien más parecía poseedor de él. Todos sus sentidos parecían aturdidos como si se hubiesen permitido el lujo de tomarse unas vacaciones indefinidas, justo en ese momento. Pensamiento constante de ser conocedor del qué, quién, porqué, yo, tú, cuándo, dónde y cómo. Vueltas en la cabeza y el corazón que hacían que no dejase de querer saciar esa intriga. Sin respuestas propias, pero si ajenas, su ser era el SIM que se esperaba. Cada quedada con la luna se escuchaba y se decía "la luna de mañana verá el sol" aún sabiendo el embuste de sus palabras. Siendo conocedor del poder de las palabras, al igual que Séneca, el resurgir de los sentidos apaciguó las palpitaciones indeseadas. Más claros fueron sus amaneceres, pero aún más oscuros los anocheceres. Ese fue el punto de inflexión donde la erupción del pecho estaba asociada a la herida oculta que fue incapaz de vislumbrar con anterioridad. Sus incógnitas permanecieron y continuaron en su camino sin dejarlas en el olvido, pero el cambio estuvo en lo insignificantes que acabaron siendo. El altar que daba pavor acabó siendo su mesa de baile preferida. Desde arriba se veía como toda tenía luz propia, desde el valle más alejado dónde estuvo hasta el collado más próximo dónde se encontraba. Impensable una vez, pero imaginado muchas, es así cómo el latir volvía a sentirse como alma en calma. Zapatos nuevos en pies viejos era el sentir del fin a su intruso permanente.

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