"¿A que le tienes tanto miedo?" –Le preguntó el hombre, de pie junto a la puerta desvencijada.
"Creo que a todo" –Reconoció el anciano tras meditarlo, arrebujándose en las cobijas raídas de patrones indistinguibles. "Temo a las personas cuando están cerca, pero más a la soledad cuando estoy solo".
No supo que responder a eso. Quiso mentirle o consolarlo, pero no le vio sentido a engañar al viejo, así que no dijo nada, intentando evitar una despedida que sin lugar a dudas sonaría como algo definitivo; como un adiós.
Lo miró una vez más y sólo entonces, se marchó.
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