martes, 24 de mayo de 2022

El adiós en primer lugar

La ginecóloga desapareció, el reloj se paró y la luz se apagó.

Solo estábamos yo y la pantalla que te mostraba inerte.

Estático.

Muerto.

El dolor del mundo atravesó mi pecho cortándome la respiración, sentí formarse un nudo en la garganta que me impedía gritar la rabia creciente en mis entrañas. Tan solo una tímida lágrima asomó para recorrer mi mejilla para perderse en el jersey.

Intentaba tomar aire, pero una mano invisible atenazaba mi cuello, mi corazón y mi alma.

¿Cómo podía haberte perdido antes de llegar a tenerte?

Escuché las palabras como una autómata. Palabras que carecían de sentido y que, a pesar de todo, hoy, cuatro años después, puedo reproducir una por una.

Pasé el fin de semana en completo estado disociativo, tratando de racionalizar la situación con frase estereotipadas como si ha muerto, es porque no venía bien o mejor ahora que más adelante, aunque nada más lejos de la realidad. Tu muerte me mató en vida sin importar el tiempo. Un dolor que se incrementó con los inapropiados comentarios de una sociedad que prefiere mirar para otro lado desacreditando tus sentimientos con un ademán de mano acompañado de eres joven, ya tendrás más. Siempre quise gritar que no eras un vaso que, al romperse, se puede sustituir por otro, pero no tenía la voz no acudía a mi encuentro.

Cuando salí del quirófano, la realidad me golpeó con fuerza provocándome un llanto desconsolado que desató el nudo que me ahogaba desde hacía tres días.

— No está… No está… No está…

Recuerdo que las enfermeras me sacudieron pensando que aún dormía por la anestesia.

— ¡Estoy despierta! — Acerté a articular entre sollozos.

— ¿Quién no está?

— Mi bebé, mi bebé no está. Me lo habéis quitado.

Y entonces, la soledad vino a me envolvió, me aparcaron con mi dolor en una esquina alejada de la sala de reanimación sin una mano que me sostuviese, sin un oído que me escuchase.

Sola con mi soledad.

Sola sin mi bebé.

Sola.

Contemplé las horas, los días y las semanas pasar sin levantarme de la cama, no tenía motivos para hacerlo, tú ya no estabas y yo me había ido contigo. Transcurridos dos meses, por esos misterios que tiene la vida, conocí a Susana, una profesional especializada en psicología perinatal y formada en duelo. A veces pienso que tú, desde ese rincón del universo en el que te encuentres, empujaste las energías que rigen el cosmos para que se cruzase en mi camino y que yo aprendiese a vivir sin ti, pero contigo.

Los primeros pasos no fueron fáciles, yo llevaba una mochila demasiado pesada asida por la mano de la culpa, quien se encargaba de frenarme trayendo al presente los fantasmas del pasado que me susurraban temores, dudas y reproches. El camino ha sido largo, lleno de espinas, de avances y retrocesos, sin embargo, hoy te pienso con el amor de una madre que tiene los brazos vacíos, pero el corazón lleno.

Hasta que volvamos a reunirnos, mi amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario