lunes, 9 de mayo de 2022

El duelo al dolor

Lloro y sufro por la pérdida de alguien que pensé que siempre estaría ahí para mí, para hacerme feliz o para hacer de intermediaria de mi propia felicidad.

Sufro y niego que esto me esté ocurriendo a mí, que quede un espacio vacío en mi vida que antes cubría una de mis necesidades.

Niego y grito por la injusticia de mi pérdida. La pérdida de mis momentos pasados, presentes y mi proyección de una vida futura perfecta.

Grito rabia, grito miedo, grito impotencia y muero.

Me vacío de vida porque se me ha extirpado sin mi permiso y mi control la oportunidad de acercarme a la felicidad a través de esa persona.

Extraño y recreo los momentos pasados y me culpo de haberlos perdido.

Y desde ese vacío, experimento por primera vez la vida, que es muerte, que es enfermedad, que es sufrimiento, incertidumbre e impermanencia.

El duelo al dolor me permite llorar.

Esta vez reconociendo que la mayor pérdida la ha tenido alguien que ya no está.

Lloro y acepto que tal como ha sido ella, podría haber sido yo o cualquiera en este mismo momento.

Recuerdo los momentos pasados en los que le fui útil en la vida y los protejo.

Y me lleno de vida, al poder elegir, en este mismo instante sentir dolor, impotencia, enfado, frustración o fortuna, agradecimiento, amor, felicidad.

El cambio solo ha podido ocurrir a través de la muerte de mi propio estigma.

Me despido de mí, de mi "yo" limitado. Me despido de concebirme como una "enferma mental crónica" día a día, momento a momento.

Esa etiqueta ya no me sirve para designarme.

Voy a esforzarme por ser lo que quiero ser hasta el final de mi vida, hasta que deje de tener más oportunidades.

Me merezco aprender a vivir sin identificarme con la enfermedad.

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