miércoles, 11 de mayo de 2022

Caso del eterno retorno de una mente

Caso del eterno retorno de una mente. Tal, Under.

Sentado, junto a un silbador de letras que acompaña un recitado que se lee en voz alta, a la razón supiste apuntar, con el rifle de la distancia. Para que no se ponga moraleja, sino entiende de su atorrante elegancia.

En una y cada una de las palabras pronunciadas, había una notable tentativa de volverse hacia la vida. Buscaban inútilmente romper ese espejo, el cual ni refleja, ni deja ver su interior de filosos contornos absolutos.

Qué; como las horas en el calendario aparecen para hundirnos en la narrativa de lo surreal. Continúa así; creyendo que produciría un impacto tan minucioso que los vidrios le darían paso abriéndose como puertas.

Pero de aquella puerta solo se puede predecir lo pronunciable. Esperando del otro lado, yendo y viniendo: al parecer igual a una leona que sale a buscar comida, pero no que nunca deja desprotegidos a sus cachorros; el teatro de la serpiente que se muerde la cola.

Un par de cuencos brillaban en el fondo de un cuarto que colgaba como la máscara hueca de la muerte.

-Toda una orquesta se rascó. - Entre su desafinado rumor, su mundo de afinaciones moviéndose indecisas. ¿Lo acercamos? -

A los ojos de la música, los pasos del hombre sobre el dios de todas las cosas.

Nunca se acercaba lo suficiente y el cansancio terminaba por arroparlo con la arena húmeda de las playas desiertas.

Para cuando despertó nuevamente, la frialdad con la que su carne era digerida, en parte por ráfagas de lucidez, lo distrajo del propósito de su reencuentro. Por un momento no vio lo que miraba.

Interrumpida temporalmente su perplejidad;

Una silueta de reflejos vivos y danzantes se mostró.

Avergonzado de no poder siquiera respirar, intentó suspirar un dibujo que anhelaba ser trazado. La recién acariciada figura pareció sonreír con un tenue cambio de tono. Empezó a bailar mucho más precisa y sincronizada. Y cómo quien toma una pluma suelta en el aire, la mano del tiempo ahora lo sostiene para alumbrarlo.

-Retiradas a un lado, las risas de los que lloran su entendimiento contradictorio. -

Él inmóvil, no oye más allá de su cabeza, que lo cubre igual que el casco a los astronautas. Y seguramente sea uno. Con la silueta de la pluma incandescente, absorbiéndole la ceguera qué le queda; después de luchar contra silencios y explosiones, ficciones y ciencias: ¿Quién sabe, de esa nobleza que adolece? De la sequía del nombre que sobra contra el pecho ahogado que falta y pese a quién le pese, se adormece en un sillón, ​porqué adormecido también, está la tierra.

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