lunes, 27 de abril de 2020

Sin control

Me observaban, notaba mil ojos posados sobre mí. Intentaba con todo mí ser hacerme invisible, quería ser libre. Sabía que no debería estar allí, que no era mi sitio. No tenía la menor idea de cómo había ido a parar a este lugar. Me encontraba en un jardín amplio, el sonido del agua se escuchaba antes de que pudieses ver la fuente que se encontraba en una de las paredes. Había otras personas, concentradas en lo que sean que estaban haciendo, pero de reojo me vigilaban, con miedo, con precaución. Era tan estúpido que me mirasen de aquella forma, cuando era yo la que estaba paralizada por el miedo. Me sentía como un animal que acaban de cazar y lo meten en una jaula. Además, nadie me hablaba, quería expresarme, preguntar. Me daba miedo. Todo en aquel lugar gritaban: quédate callada, no llames la atención. Y yo no quería hacerlo, simplemente quería volver a casa. Simplemente quería ir a un lugar donde me sintiese segura.

Observé detenidamente mí alrededor. La mayoría de las personas que se encontraban en la estancia eran mujeres vestidas de blanco. Me miré a mí misma y me di cuenta de que llevaba un camisón blanco, era un tejido tan frío que toda mi piel estaba erizada. Me abracé a mí misma para calentarme. A pesar de tener esa sensación continua de que todo el mundo me miraba, cuando intentaba hacer contacto visual con alguna de las personas rogando por respuestas, me eludían, apartaban la mirada de forma drástica y se alejaban. 

De repente una mujer apareció de la puerta norte con una bandeja, ella no transmitía la inseguridad de las demás personas. Todo lo contrario, era superior a mí en todos los sentidos.

-Mar, tu medicación. -Miré fijamente el vaso que me entregaba.

-No voy a volver a decirlo, Mar. Tómate las pastillas y tendremos un día tranquilo. - Me amenazó. No sabía que quería decir con un día tranquilo, pero no lo quería averiguar. 

Me las tomé todas del tirón haciendo que tuviese una arcada.

Mi vista comenzaba a nublarse y me desperté lo que pareció días después. Automáticamente entré en pánico, pero mi mente me mandó un mensaje claro: Quédate quieta, mantén la calma. Y eso hice. Escuché a esa pequeña voz dentro de mí que me guiaba a hacer exactamente lo opuesto de lo que sentía. No sabía cómo, pero sabía que esa pequeña voz estaba en lo correcto, la mayor parte de las veces lo estaba. 

-Hola Mar, ¿cómo estás? - Me preguntó sonriente.

No quería responder, sabía que era una pregunta trampa, que no me beneficiaría la sinceridad.

-Bien.

-Has tenido un episodio. - No recordaba nada. Yo solo quería ir a casa. -Pero estás mejor, más calmada.

Alguien llamó a la puerta, me giré de forma instintiva.

Era mi madre, lloré. Recordé quién era.

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