lunes, 27 de abril de 2020

Si yo fuera yo

Es salir a la calle y sentirse observado. No siempre me sucede, pero cuando me invade una tremenda inseguridad, sé perfectamente que algo he hecho mal. De palabra o pensamiento. Hacia ellos o hacia mí. Las claves de la respuesta no acaban de definirse del todo en mi interior. Porque eso, sí lo tengo claro: todo nace y muere en los pensamientos. En mis malditos pensamientos. Ellos son los culpables de mis silencios incómodos y, de mi hablar por hablar. No consigo tener un control sobre ellos, y la desazón es tal, que la palabra locura se apodera de mí. Saber que no estoy loco, no me sirve. Vivir ya lo considero la mayor de las locuras posibles, aunque suene a tópico. Y no voy a subdividir la vida, cuando ésta ya se encarga de hacer las debidas separaciones entre las corduras y, sus consecuentes locuras. 

Tal vez la palabra preocupación defina mejor mi estado. Pero, toda preocupación tiene un motivo. Y si no estoy loco, ¿qué me sucede entonces? 

¿Los demás? Sí, ellos están siempre ahí. Esperando al cobarde que salga de su madriguera o, al valiente que piensa que no existen fronteras ni barreras que impidan su quehacer diario. Yo soy cobarde y valiente. Y el ser consciente de ello, todavía me turba más, porque desconozco el camino que tracé para llegar a tal estado de supuesto bienestar o, a la cobardía que se apodera de mí tras esos falsos sentimientos de valentía. ¿Ser cobarde e intentar que los demás no lo noten, pero nunca salir engañado de casa? ¿Dónde empieza el autoengaño entonces? ¿Fuera o dentro? Allí estoy con ellos, aquí conmigo. Si es aquí, es que vivo en el engaño definitivo de estar loco. Pero, soy consciente de que no lo estoy. Es lo único que conozco de verdad de mí mismo. Quizás, deba hacerle esa pregunta a uno de ellos. Pero, ¿en qué estado? ¿En el engaño de la valentía para verme reflejado como uno más? Sería añadir mentira a la mentira. Necesito verdades. Y la verdad, es que soy un auténtico cobarde que es esconde detrás de unas máscaras de valentía. Y, ¿quién no se para a observar a alguien que se pasea con una máscara por la calle? Los demás. Y si, ¿éstos llevan también la suya? Me mentirían entonces. Como no salir no es la solución, quizás deba enfrentarme a mí mismo sin máscaras, sin caretas, tal cual. Empezando por decirme verdades, pero ¿cuáles?

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