martes, 14 de abril de 2020

Mia



--¿Y si fueran los demás?

Tengo la costumbre de pensar en voz alta. Aprovecho los momentos de soledad. Esto tiene sus inconvenientes. No siempre sale bien. Cuando sucede lo contrario, es divertido ver la cara del que escucha, la pena, no poder estar en su mente para entender claramente. "¡Está loca!", y poder responder: "¿y tú no?".

Todo en su justa medida es bueno. Cuando lo excedemos se transforma en otra cosa. De momento, no es mi caso. ¿O, sí? ¿Dónde está el límite? Es difícil saber. ¿Quién lo marca?

Desayuno en el jardín. Tan solo la gente que me rodea me recuerda dónde estoy. Sus miradas perdidas. Podríamos decir que han excedido el límite. ¿Quién soy yo para medir? Una simple espectadora. Mia se ha sentado a mi lado. Es mi paz en la tormenta. Al contrario que los demás, no tiene la mirada vacía. Irradia todas mis carencias. Confianza, seguridad y valentía. Me encantaría ser ella. ¿O, no? Al final, lo que marca la diferencia es lo anormal. Lo que gratifica es la superación. Si rozamos la perfección, ¿qué nos queda? Todos nos miran. Lo hacen de una manera diferente. ¿Verán en ella lo mismo que yo? Sonríen. Acaban en carcajadas. Nosotras también reímos. ¿De qué? Es divertido. Surgen mis dudas, mis miedos. Ya no estoy segura. ¿Qué pasa? Mia desaparece y con ella se van las risas. Vuelven las ausencias, las miradas vacías. La paz también se va, se va con ella, dejando sola a la tormenta. Una tormenta silenciosa, capaz de hacerme exceder el límite. Ese límite que creía no haber superado. Ya no soy una espectadora.

Abro los ojos. No sé en qué momento los cerré. Estas cuatro paredes me anulan. ¿o, son ellos? Veo mis manos atadas. De una de ellas sale un tubo. Lo sigo con la mirada hasta dar con el origen. No soy capaz de verlo con claridad. Me cuesta mantener los ojos abiertos. Quiero verte, sentirte. Mia, ¿dónde estás? Cada vez me pesan más y más. Todo a mi alrededor se va sumergiendo en una oscuridad absoluta.

Escucho ruidos. Mis ojos siguen sin querer despertar. Siento la libertad en mis manos. Nada las ata ya. Ni siquiera el tubo. He perdido la noción del tiempo. No sé cuántos días llevo en esta habitación. Mis ojos empiezan a responder. Lentamente los voy abriendo. La claridad me obliga a cerrarlos de nuevo. Ya no estoy encerrada.

A medida que pasan las semanas, noto que voy ganando todo aquello que había perdido.

Vuelvo a salir al jardín. Hace días que mi tormenta ha cesado. Incluso los que me rodean están más presentes.

Algo llama mi atención. Veo a Mia de frente. No se acerca. La miro, no encuentro en su mirada la confianza, ni la seguridad y, mucho menos, la valentía. Solo veo todo aquello que antes estaba en mí. Da la vuelta y desaparece. Esta vez no se lleva la paz con ella. Se queda conmigo. Ya no me haces falta.

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