jueves, 9 de abril de 2020

Jubilada


La llamó una y otra vez…¡Siempre el contestador! Emilia sólo quería saber cómo estaba. Siguió insistiendo, hasta que ayer atendió
-¿Cómo nunca en tu casa?- le reprochó . Ya no te acordás de tus amigas .
- Me acuerdo un montón.Es que desde que me jubilé, no paro - contestó riéndose estruendosamente. Tengo miedo de que me gane la depresión y se me caiga el techo encima.Tengo miedo por mi salud mental. Me río por no llorar. No sé qué hacer con mi vida. Salgo a caminar…Como un robot recorro las calles llenas de gente, pero vacías para mí. No sé cómo llenar mis días. Probé unos talleres, de los municipales, pero no me interesaron…
-¡María! Tenés que aprender a mirar la rosa donde hay espinas y, sobre todo, construir algún proyecto interesante, factible. Probá otro taller. También puede ser un voluntariado, en algún comedor, u hospital. O , no sé, hay miles de cosas para hacer. Te voy a ir a visitar y charlamos sobre esto, si querés.
-¡Sí quiero! Necesito ayuda, porque si no, creo que voy a explotar- contestó entre sollozos. Y se quedó llorando a borbotones, después que cortaron.
Largo rato permaneció María con la cabeza apoyada en los brazos, sobre la mesa. La mesa que había heredado de su bisabuela, junto a unas confortables sillas Thonet Los otros muebles y los grandes ventanales armados con cortinados amplios , mostaza, le daban al ambiente un aspecto importante. Y también original, porque junto a la mesa, sobre el piso, estaba la tinaja de madera noble que usaba su bisabuela para bañarse. Siempre llena de agua, por cábala.
María estuvo largo tiempo así, como ensoñada. Después se fue a acostar y durmió mucho, como negando el mundo. Se levantó luego para comer.
Eran las doce de una noche de verano y, ella otra vez con la cabeza sobre la mesa. De pronto, una luz violeta iluminó la habitación, tiñéndola de un halo fantasmal Un remolino de viento entró por la ventana y fue desordenando todo lo que hallaba a su paso: las porcelanas estallaron, los vidrios crujieron en un quejido. Entonces, se oyó una voz neutra, imperativa, como salida del fondo de los tiempos:
-¡Jubilada! ¡Levántate ya de esa silla!
Y María, sumisa , se paró junto a la silla, con el cuerpo tenso, los brazos a lo largo y la mirada vacía.
-¡Jubilada! ¡Arrodíllate dentro de la tinaja ¡
María se sacó los zapatos, con los ojos clavados en un horizonte inexistente, se tomó del borde de la madera y una a una colocó las piernas de cuclillas dentro del agua helada.
Se golpearon las ventanas .Una ráfaga intensa sacudió la habitación. María sintió que una fuerza irresistible le hundía la cabeza en el agua, y se la sostenía con energía. Apenas pataleó. De pronto, la calma. Ella quedó flotando boca abajo, con el pelo entrecano apenas moviéndose sobre la superficie
Así la encontró Emilia al día siguiente, cuando fue a visitarla

No hay comentarios:

Publicar un comentario