martes, 14 de abril de 2020

Gritos Silenciosos


Chocando con paredes invisibles, intentando derribar aquellos muros que construí para mí mismo… casi sin notarlo. Impotente, intentaba salir de aquella jaula personal, de aquella pena de reclusión auto-impuesta, de aquella cárcel en la cual la peor versión de mí es juez, mí cinismo es fiscal y mi defensor está ausente, cansado de defenderme.

Y como no hacerlo, si voluntariamente me encierro, me condenó, mí limitó. Se vuelve atarme mí hobby favorito. Atarme al pasado, o al futuro, sin mirar la realidad un poquito. Limitarme, y restringirme y no percatarme de lo que hago.

Y pido ayuda, bajo y a los gritos, pero pocas personas dan crédito a lo que mi mente crea. La mayoría subestima o ignora, y algunos piensan que miento. Que lo hago por llamar la atención, que nunca han tenido esta sensación. Que no escapa a mí control, que solo con trabajo y esfuerzo, que soy sólo yo.

Y por supuesto que soy yo, pero no es tan simple. A veces siento que le describo los colores a alguien que no los ve. Que nunca los ha visto. ¿Cómo van a empatizar con algo que ni siquiera pueden imaginar?

¿Acaso piensan que disfruto sentirme mal los fines de semana? Que mientras otros festejar, saltan y bailan yo en mi casa me pregunto cuando acaba. Cuando volveré a ser yo, si es que alguna vez lo fui. Cuando recuperare lo que me hacía yo… si es que alguna vez existió.

Me puse en contacto con una persona, que me dijo que podía darme una mano. Ayuda, por lo menos para que los días oscuros no superen a los días claros. Porque no todos los días son así. No todos los días estoy en esa prisión… a veces salgo, y veo la luz, y su intención es que este la mayor parte del tiempo afuera. Y funciona… no siempre, pero funciona.

A veces me siento gritándole a las paredes. Gritando como en un sueño, pues de mi voz no sale ningún sonido. Desesperado lucho en mi interior para que la peor parte de mi mente no le gane a mi razón. Para que ese día no se uno de los que paso en mi prisión, preocupado porque nadie puede entender de mí esa porción.

A veces tengo esperanzas, y me aferro con uñas y dientes a ellas. No enloquezco porque las mismas me acompañan. También lo hacen personas, familiares y amigos, que me ayudar en lo que pueden a sostenerme. Y de a poco, poquito a poco, empezó a comprenderme.

A veces tengo miedo de decir estas verdades, pero sé que sirve para que otros no teman, no enloquezcan. Grito y hablo por los que no tienen ya saliva, y recibo a parte iguales ayuda e historias de vida. Y aprovecho para ayudar a aquellas que lo necesitan.

A veces soy yo.

A veces no soy yo.

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