El viaje del tren de camino al trabajo siempre suele ser algo muy interesante para Óscar. Durante el trayecto, puede realizar algunas de las actividades que le gustan, como leer, dibujar o escuchar música. Pero, sin duda alguna, lo que más le gusta a Óscar es observar a la gente. Le gusta observar cuál será su profesión, si tendrán familia o no o a dónde se dirigirán. Le gusta que eso haga que se desplacen algunos pensamientos que ha comenzado a identificar como "no realistas" gracias a la ayuda de su psiquiatra. Cuando observa en el tren a las demás personas, se pregunta en ocasiones si alguien reparará en él, si alguien se preguntará cosas sobre a dónde se dirige o que está haciendo.
Su mente en ese momento viaja al pasado, al momento en que el médico de salud mental le dio respuesta a lo que le pasaba: esquizofrenia. Recuerda ese día con suma nitidez; a pesar de que muchas veces suele olvidar las cosas. Pero ese recuerdo está ahí…el día en que el psiquiatra le explicó que tenía una enfermedad mental llamada esquizofrenia que era un trastorno en el cual su percepción de la realidad, podía verse alterada. Recuerda que al salir de la consulta permaneció pensativo intentando comprender las palabras del psiquiatra. También cómo le costó asimilarlo días después.
Al fondo del vagón algo interrumpe sus pensamientos. Sus ojos ven a una anciana. Cree no haberla visto antes en el trayecto al trabajo, pero no está del todo seguro. Su expresión denota algún tipo de dolencia o malestar. Óscar no tiene por costumbre hablar con desconocidos, es más, generalmente se siente nervioso o inquieto si alguien se dirige a él para preguntarle cualquier cosa. Desde que recibió el diagnóstico, además, esa inquietud se ha hecho más fuerte, como si de alguna forma pudiera sentirse juzgado por otras personas.
Pero esta vez es diferente, está vez es más fuerte el deseo de querer ayudar a otra persona que por lo que parece, lo está pasando mal. Sin pensarlo demasiado, se acerca a la anciana para preguntarle si le puede ayudar en algo.
Al ver como se acerca a ella, la anciana adopta una expresión de sorpresa. No tiene por costumbre que alguien se acerque a ella y le hable. Es más, por lo general se siente bastante sola e ignorada.
-Hola. Gracias estoy bien. Hace unas semanas tuve una operación y aún no me encuentro recuperada del todo.
-Me alegro. Disculpe, pero me encontraba al fondo del vagón y parecía encontrarse mal. He venido por si necesitaba algo-responde Óscar.
A la anciana le sorprende la preocupación genuina del joven. Debe de tener unos 30 años, calcula aproximadamente. Parece bastante agradable. Resultante gratificante comprobar que aún existen personas en el mundo, preocupándose por otras personas sin esperar nada a cambio.
Ambos comienzan a hablar de manera natural y espontánea. Son dos personas desconocidas con historias completamente diferentes, en el fondo de un vagón de tren.
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