miércoles, 4 de mayo de 2022

Mi duelo

Es una sensación tan irreal tocar mi vientre y no ser capaz de sentir a ese otro corazón que con cada día que pasaba latía con más vitalidad… Me rehúso a creer que es tan sencillo arrancar un alma que se gesta de las entrañas de otro ser vivo. Mas los demás restan importancia a ese sentimiento: mi familia, el presunto amor de mi vida, les parece algo para celebrar que el procedimiento haya sido exitoso, aun así, el dolor que siento en mi cuerpo no se equipara al que crece en un lugar mucho más inaccesible y delicado.

Por eso, al abrir los ojos cada mañana y sentir la luz del sol abrazándome no puedo evitar mirar a mi sombra. Al ver solo la mía, y la de nadie más, me convenzo de que todo ha sido un sueño. De ser así, quizás podré escapar de este abismo si permito que el silencio me consuma…

Cierro los ojos, la brisa me envuelve, sacude las persianas y acaricia mi rostro con mucho cuidado. Dejar de pensar me da paz, pero en medio de la tranquilidad, una voz se abre paso en mi cabeza.

«¿Por qué lo hiciste?».

Mis ojos se abren, siento ardor en ellos, mis pies ignoran el frío solar y me llevan hacia la causa de todo. Puedo vernos; mis padres, mi prometido y yo posando para una foto impoluta. Nuestra sonrisa es el marco, nuestra unión se ha roto.

Las lágrimas se asoman en el borde de mis ojos, mi brazo se mueve producto de la rabia, los recuerdos se vuelven cristal fragmentado al tocar el suelo. Siento debilidad en mis piernas, un fuego se abre paso a través de mi garganta. Intento gritar, mas solo escapa un sollozo; intento pedir ayuda, pero sé que estoy sola.

Mi llanto se apodera de la habitación; procuro negociar con la oscuridad que me envuelve, ¡no quiere marcharse! Se ha instalado en mí, no quiere dejar ir a una huésped que contiene el más dulce de los lamentos.

Me dejo caer, niego con la cabeza y tapo mis orejas, quiero dejar de escuchar, solamente quiero aceptar lo que he hecho. Lo que me arrepiento de haber hecho.

Mi visión se torna más borrosa, siento escalofríos, la acidez se asoma en la comisura de mis labios; el vómito cae sobre la alfombra. Mis dientes se clavan en mi labio inferior con saña, la impotencia me invade. ¿Cuánto tiempo podré aguantar así?

De improviso, la puerta de la habitación se abre. Él entra, al ver mi estado se apresura a ayudarme.

También está llorando.

—Lo lamento, lo siento tanto… Tenía miedo. Temía ser un mal padre por ser tan joven y a causa de eso nunca quise pensar en cómo sería para ti. Por favor, perdóname. —Por primera vez siento que todo el mundo ya no está sobre mis hombros—. Fui egoísta, pero siempre podemos formar nuestra familia.

Me aferro a sus palabras, acepto perdonarlo, y también perdonarme.

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