- Lo que tienes es un principio de agorafobia y es recomendable que vayas a un psiquiatra para medicarte.
Tenía apenas 20 años y las palabras del psicólogo, un hombre de mediana edad tan directo como sincero, rasgaron en mi interior. Realmente no atendí al trastorno que tenía, lo que me aterraba era la necesidad de acudir a un psiquiatra y es que, ignorante de mi, pensaba que "eso es para locos".
Llevo más de quince años luchando con sangre, sudor y muchas lágrimas contra mis miedos y contra mi debilidad mental. Una batalla diaria que nunca cesa y de la que se aprende mucho, especialmente a valorar los buenos momentos que te regala la vida, esos detalles que para pasarían inadvertidos se convierten en placer para aquellos que nuestra mente nos prohibía acciones tan cotidianas como ir al cine o salir a comer a un restaurante. He sufrido muchas lunas en silencio, con pánico atroz a no ser comprendido por aquellos que me rodean y, sin embargo, contar todo lo que sucedía en mi mente fue el mayor ejercicio de libertad que he hecho nunca. Sentir el apoyo de quienes te quieren es la medicina más fuerte para superar cualquier adversidad emocional, aunque es extremadamente complicado que puedan comprender como, por ejemplo, quién les escribe fuera incapaz de alejarse del portal de su casa. Realmente tampoco yo, después de tantos años, podría dar una explicación lógica. Tengo miedo. ¿Pero a qué? Probablemente a desarrollar los desagradables síntomas de una crisis de ansiedad, es momento en que piensas y sientes que el mundo se apaga y que serás el primero que "se va" por un ataque de ansiedad.
¿Cuando empezó todo? ¿Quizá la culpa la tuvo el exceso de sensibilidad y empatía? ¿Quizá mis padres me sobreprotegieron en exceso a raíz de una enfermedad? No quiero perder el tiempo en buscar culpables. Es momento de asumir al enemigo como parte del juego y hacerle frente de la mejor forma posible; esfuerzo, constancia, perseverancia y, especialmente, resiliencia, un concepto que se ha puesto muy de moda y que define, a la perfección, lo que sentimos aquellos que, como yo, estamos en esta lucha constante. Uno de mis miedos era el "qué dirán", el temor a ser estigmatizado por tener miedos irracionales extraños y que no corresponden a las fobias comunes, como por ejemplo volar en avión. Pero lo cierto es que jamás sentí que me trataran diferente cuando "salí del armario". Es más, uno de los hábitos que mejor me funcionan es reírme de mis problemas mentales. Es liberador.
¿Sabéis qué? A pesar de todo soy feliz. Y lo soy porque esta debilidad mental, comparable a un pseudotirillas en el gimnasio de la mente, no me quitado las ganas de amar y de ser amado, de valorar y sentir empatía de aquellos que me rodean, respetan y quieren. Debe ser duro para mi "enemigo ficticio" que revolotea en mi mente no haber conseguido prácticamente nada durante tantos. ¿Verdad que si enemigo?
Tenía apenas 20 años y las palabras del psicólogo, un hombre de mediana edad tan directo como sincero, rasgaron en mi interior. Realmente no atendí al trastorno que tenía, lo que me aterraba era la necesidad de acudir a un psiquiatra y es que, ignorante de mi, pensaba que "eso es para locos".
Llevo más de quince años luchando con sangre, sudor y muchas lágrimas contra mis miedos y contra mi debilidad mental. Una batalla diaria que nunca cesa y de la que se aprende mucho, especialmente a valorar los buenos momentos que te regala la vida, esos detalles que para pasarían inadvertidos se convierten en placer para aquellos que nuestra mente nos prohibía acciones tan cotidianas como ir al cine o salir a comer a un restaurante. He sufrido muchas lunas en silencio, con pánico atroz a no ser comprendido por aquellos que me rodean y, sin embargo, contar todo lo que sucedía en mi mente fue el mayor ejercicio de libertad que he hecho nunca. Sentir el apoyo de quienes te quieren es la medicina más fuerte para superar cualquier adversidad emocional, aunque es extremadamente complicado que puedan comprender como, por ejemplo, quién les escribe fuera incapaz de alejarse del portal de su casa. Realmente tampoco yo, después de tantos años, podría dar una explicación lógica. Tengo miedo. ¿Pero a qué? Probablemente a desarrollar los desagradables síntomas de una crisis de ansiedad, es momento en que piensas y sientes que el mundo se apaga y que serás el primero que "se va" por un ataque de ansiedad.
¿Cuando empezó todo? ¿Quizá la culpa la tuvo el exceso de sensibilidad y empatía? ¿Quizá mis padres me sobreprotegieron en exceso a raíz de una enfermedad? No quiero perder el tiempo en buscar culpables. Es momento de asumir al enemigo como parte del juego y hacerle frente de la mejor forma posible; esfuerzo, constancia, perseverancia y, especialmente, resiliencia, un concepto que se ha puesto muy de moda y que define, a la perfección, lo que sentimos aquellos que, como yo, estamos en esta lucha constante. Uno de mis miedos era el "qué dirán", el temor a ser estigmatizado por tener miedos irracionales extraños y que no corresponden a las fobias comunes, como por ejemplo volar en avión. Pero lo cierto es que jamás sentí que me trataran diferente cuando "salí del armario". Es más, uno de los hábitos que mejor me funcionan es reírme de mis problemas mentales. Es liberador.
¿Sabéis qué? A pesar de todo soy feliz. Y lo soy porque esta debilidad mental, comparable a un pseudotirillas en el gimnasio de la mente, no me quitado las ganas de amar y de ser amado, de valorar y sentir empatía de aquellos que me rodean, respetan y quieren. Debe ser duro para mi "enemigo ficticio" que revolotea en mi mente no haber conseguido prácticamente nada durante tantos. ¿Verdad que si enemigo?
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