Muchas veces me considero un monstruo sobre todo cuando estoy en plena crisis. Me siento monstruo, atrapado en mi propio laberinto, en el que debo permanecer, sin salida, porque soy monstruoso, porque mi ser molesta a la gente, porque mi existencia no es aceptada y mi imagen perturba. Soy un error.
Entonces, cuando estos pensamientos invaden mi mente, mi mejor refugio es mi propio laberinto en el que me rompo.
Por mi aspecto suscito reacciones negativas, y llevar esa carga encima no es tarea fácil. ¡Mira que lucho y me esfuerzo!, pero no cumplo los estereotipos. Mi cualidad natural no es catalogada de normal. Yo no soy un prototipo generalizado, poseo otra naturaleza, otras limitaciones, que no se aceptan. Soy un monstruo.
Pero no sólo sufro la batalla del aislamiento y el rechazo. Paso por estados mentales intensos. En mi cabeza muchas veces me invaden sentimientos que no entiendo y mucha información que me colapsa sensorialmente. Es una lucha.
Pero las miradas de rechazo me hunden más, más que mis batallas internas. Me derrotan y hacen añicos mi momentánea positividad. ¡Qué culpa tengo yo de percibir, ver, sentir, oír cosas diferentes al resto de las personas! ¡Mira que trato de ocultarlo!, pero ciertos rasgos lo denotan.
A veces el monstruo se plantea dejar de medicarse. Lo hace, el monstruo. Porque la medicación le deja muerta la mirada y le adormece el alma. Piensa que medican al monstruo, le medican, para que no se exprese, para que no ruja, para que no moleste. De eso se trata, de aturdir al monstruo porque es más sencillo.
No te dejan ni asimilar las voces, ni los delirios, ni nadie te deja expresarlos, porque nadie se esforzará en entenderlos. Y sigo preso, en mi laberinto, sigo atrapado de una u otra forma, sintiendo soledad.
¿Por qué no se acepta a un monstruo singular, aceptando sus particularidades? Lo sé, el monstruo asusta. Hay que encerrarlo, aislarlo e incluso agredirlo. No se merece respeto. Lo sé.
Y mi baja autoestima se empequeñece más todavía. ¿Para qué luchar? Soy el monstruo.
En otras fases de mi enfermedad, intento integrarme, andar positivo y valorarme a mí mismo mejor, porque soy un buen ser pese a mis irregularidades y trato de mejorar, pero pese a todo siguen sin aceptarme, nadie me da la oportunidad para conocer la persona que soy. Y me pregunto por qué trato de olvidarme del monstruo, si lo soy.
Pero necesito encarecidamente que me apoyen, necesito ayuda. El monstruo ya no puede más. Está roto, sufriendo enormemente. Sólo una muestra de cariño le daría esperanza, le haría buscar la salida, pero nadie le da oportunidades al monstruo, nadie desea que salga adelante, nadie cree en él.
Finalmente se le clava el puñal de la indiferencia, y lagrimea gotas de sangre, en un estado de alteración profunda del alma.
Suerte que hay fases, más o menos profundas, quizás el monstruo sobreviva a ésta, la de la pena por su soledad. Un monstruo sigue siendo un monstruo.
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