La mirada de la abuela, perdida y distante, diríase que casi no tiene vida.
Durante los últimos años, la miserable enfermedad se ha ido llevando sus recuerdos. Aunque no parece sentir nada especial por el nuevo y hermoso acontecimiento, contempla serenamente a su primera bisnieta.
¿Qué queda de aquella luchadora, capaz de ponerse el mundo por montera, y que ha dedicado su vida los demás?. ¿Qué quieren que exprese si hace ya tanto que su único idioma es el silencio?. Sin embargo, es hermoso comunicar esas dos vidas tan distintas. ¡Qué grande sería infundir a aquel nuevo ser la nobleza y dignidad de esa mujer!
Hace más de ochenta años, aquella muchacha fue la única en rivalizar con docenas de chicos casi adolescentes, aspirantes a médico. Ilusionada por vencer, si volvía a ocurrir, a tantas desgracias como las sufridas por su propia gente durante aquella calamidad de pandemia, tomó la determinación de ser la mejor. Su tremendo arrojo y voluntad la llevaron a conseguir cuanto se propuso.
Finalmente la naturaleza le ganó el pulso. Antes de marchitarse lastimosamente, fue la responsable de derrotar con su esfuerzo y sacrificio las causas de muchas enfermedades. Ya no tiene memoria; no puede recordar sus fatigas ni los justos y merecidos reconocimientos. Ahora, abstraída, mira a la preciosa criatura. De repente, se le dibuja un sutil gesto de sonrisa y un leve brillo acude a sus ojos. Quién sabe si en este momento le transmite su pasión por no dejarse nunca doblegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario