Prosopagnosia (del griego πρόσωπον: aspecto, y de ἀγνωσία: desconocimiento), también llamada ceguera de rostros, es un trastorno cognitivo y una forma específica de agnosia visual caracterizada por la incapacidad para reconocer rostros familiares, incluyendo el propio.
Hasta aquí la definición médica, fría, aséptica, desapasionada, clara, concreta… pero ¿alguna vez habéis vivido en una realidad así? Ahora otra manera de contarlo:
Imagínate una habitación en penumbra donde la total oscuridad, solo se ve alterada por los finísimos rayos de escasa luz que las rendijas de las persianas permiten entrar del amanecer que se está incubando todavía tímido. Imagínate a un tipo desperezandose sobre la cama, estirando todo lo que da de si; el tipo soy yo. Imagina ahora como recorro un pasillo mil veces transitado. A oscuras, mientras espero que mis ojos se acostumbren a la luz, trato de atrapar el girón de un sueño y enhebrarlo al hilo de mi consciencia, apenas lo rozo con los dedos, y el recuerdo del sueño se desvanece para siempre. Entro en el baño, bebo medio vaso de agua que preparé antes de acostarme y me enjuago con el resto. Ahora sí, imagínate mi rostro al encender la luz, un tipo somnoliento al que no conozco de nada me mira desde el fondo del espejo, y así todas las mañanas de mi vida. Podrás imaginar el sino inexorable que me espera a medida que mi corazón se debilite, gestando un día tras otro a base de pequeños sustos, lento pero seguro; la gran broma final, tras rubricar ml ultima mueca de terror ante el espejo.
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