miércoles, 12 de mayo de 2021

Fernandito

    Fernandito conducía un Ford Falcon de luxe 1969 imaginario. Con una llave, que solo existía en su mente, e imitando el sonido del encendido electrónico con su voz, le daba arranque a su automóvil ilusorio. Hacía el exacto movimiento que se requiere para accionar la palanca al volante y hacer el cambio de la primera marcha y salir disparado hacia adelante, inclinando el cuerpo hacia atrás, simulando el resultado de la aceleración, a la vez que reproducía el chirrido de los neumáticos derrapando en el asfalto. Y así se figuraba que conducía, a toda hora y por las calles del barrio.

Todas las personas del lugar, presumiblemente sanas y coherentes, juzgaban sin piedad la salud mental del pibe motorizado.

Los pibes consideraban a Fernando como un crio raro y a la vez divertido. Se aprovechaban de él y lo obligaban a correr carreras de ficción contra otros párvulos, ladinos y crueles, que se hacían los cancheros pero apenas podían imitar el sonido de un motor de cuatro tiempos. En otras ocasiones les parecía un ser irritable e insoportable, sobre todo, cuando se estacionaba en la calle donde jugaban un partido de fútbol, y les quitaba la pelota, para salir corriendo a toda velocidad metiendo cambios y rebajes mientras se reía a carcajadas.

A veces, Fernando, cambiaba de vehículo y parecía manejar una motocicleta que solo existía en su mente. Los muchachones mas grandes, que se juntaban en la esquina de las calles Uruguay y Oliden, al verlo pasar prestaban atención al sonido que hacia al emular el ruido del motor, y discutían acerca de la cilindrada y el modelo del pretendido rodado. Le preguntaban riéndose que moto manejaba, como para dirimir el debate, y él les contestaba, a los gritos, con una buena y larga puteada.

Para los vecinos mayores de Villa Pobladora, el chico estaba loco de remate y necesitaba ser internado en el "Borda" (nombre con el que se conocía vulgarmente al ahora Hospital Interdisciplinario Psico asistencial "Dr. José Tiburcio Borda" de la ciudad de Buenos Aires), con urgencia y para siempre, no fuera que el enajenado conductor de autos y motos imaginarios atropellara a algún transeúnte distraído o abollara sin querer o queriendo a un automóvil real sin contar con el obligatorio seguro que cubriera el incidente.

La salud y la insania mental son como lugares cambiantes. Entre ellas hay apenas una sutil frontera o unas pocas calles de distancia. Algunas personas las transitan de a poco, despacio, como caminando. Fernandito, en cambio, cubrió el trayecto en auto y a mas de cien kilómetros por hora.

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