Quienes me conocen bien saben que no me gustan las bromas. Mi padre hacía muchas bromas, pero a mí en realidad ahora no me gustan nada. Nací en un pequeño barrio de las afueras de Bogotá. Una familia normal, una vida normal. Allí pasé mucho tiempo, o eso me parece. Pasé desapercibido, no tenía muchos amigos, quizás ninguno, pero en realidad a mí ser invisible me daba mucha seguridad. Mamá siempre me decía: Eduardo, tú eres especial. Yo no me lo acababa de creer hasta que llegué a Bogotá cumplidos los 18 años. Allí comprobé que era verdad. Invisible y especial. En la entrevista no me preguntaron gran cosa, me pidieron los papeles sellados por la doctora y sin apenas mirarme me dieron enseguida la tarjeta de plástico con la que entro cada día a esta mole de edificios donde todo el mundo corre menos yo.
Si me preguntan por mi primer día aquí diría que en realidad no lo recuerdo; pero sí tengo muy presente lo que pasó ayer mismo. Cada día tengo muy presente lo que pasó ayer. Mi trabajo consiste en llevar sobres, paquetes de un lado a otro. Eduardo venga rápido lleve esto a la planta 32, Eduardo recoja dos paquetes en la entrada, Eduardo reparta en cada planta este lote de…Un trabajo fácil, lo hago y ya está. Lo hago cada día y después me voy. Lo hago y al día siguiente vuelvo a venir. Estoy contento aquí, invisible y especial. Pero cuando estoy nervioso, tengo frío, calor, hambre, sueño o alguien se enfada conmigo repito sin pausa aquello de: Abril es el mes más cruel, Abril es el mes más cruel …
El tema viene de entonces. De pequeño mi padre leía mucho en voz alta. Cada noche. Lo recuerdo exaltado, bromista, junto a la chimenea de aquel hogar pequeño, sin hermanos, sólo éramos tres: mamá, papá y yo. Leía y leía, declamaba en realidad. Pero un día de repente sucedió aquello. Yo pensaba que aquella noche una vez más habría lectura así que me senté obediente a escuchar. Cuando papá leía nosotros escuchábamos atentamente; si no se enfadaba mucho. Papá quería ser escritor. Mamá también dejaba todo lo que hacía, se sentaba y escuchaba. Pero aquella noche papá no leyó. Llegó a casa, sacó despacio una pequeña arma oculta en la chaqueta y disparó a mamá. Entonces sí, empezó a leer: Abril es el mes más cruel, pues engendra lilas en el campo muerto, confunde memoria y deseo, revive yertas raíces con lluvia de primavera…Y se rió, se rió a carcajadas y me dijo que en realidad todo era una broma. Yo era pequeño, muy pequeño. Y empecé a reír también. Cenamos juntos. Me dijo que mamá dormía. Terminamos de cenar. Mamá seguía durmiendo. Entonces papá cambió su tono bromista y me dijo nervioso: venga Eduardo, nos vamos. Yo le pregunté si había terminado ya la broma, si mamá se iba a despertar. Entonces él me pegó y empecé a llorar. Vino gente, se oyeron ruidos de coches de la policía. Los vecinos se asomaron desde la puerta y miraban todo con lástima. Miraban a mamá. La policía se llevó a papá y una señora muy amable con bata blanca me llevó en un coche a otro lugar con más niños. Y luego fui a otro lugar donde vivo desde entonces y donde soy invisible y especial. Y vengo a trabajar un día y otro. Y no me gustan las bromas.
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