miércoles, 12 de mayo de 2021

Cante, hijo mío, cante

    Fue una conversación entre padre e hijo, como tantas otras. Un momento de intimidad para hablar de la vida, del arte y de sentimientos anidados. En esa ocasión, el padre se sentó junto a su hijo, dejó sus pertenencias a un lado y sintió una gran necesidad de alertar, de enseñarle, de hablar sobre los miedos que lo atormentaban y especialmente sobre la salud mental de los jóvenes. - Hijo, a veces nosotros, los padres, no hablamos de cosas que son importantes para tu calidad de vida. Si pudiera darte un consejo hoy, te diría: ¡Canta! ¡Lee buenos libros! ¡Mira películas, teatro, vive más arte y menos esa dura y seca realidad que elude y ahoga! ¡Mantente sano, canta, hijo mío, canta! El padre esperaba una respuesta, pero, sabía que en ese momento era más importante decir todo lo que tenía guardado y quería ofrecer a su amado hijo, ¡como un regalo fuera de temporada! - Miro a tus amigos y no puedo dejar de preguntarme. ¿Por qué tanta preocupación por el cuerpo perfecto si el corazón se ve tan triste? ¿Dónde se puede guardar la amistad sincera si los intereses siempre parecen llegar antes? ¿Realmente necesitan consumir tantas drogas para divertirse o es solo un intento de ser aceptado por sus pares? A este padre le costaba meterse en ciertos temas que podían causar vergüenza y parecer una censura gratuita, un shock entre generaciones, pero aun así se arriesgó. - En mi época éramos más consumidores de arte, cantábamos más, leíamos mucho por placer, íbamos a exposiciones, bailamos, íbamos al cine con amigos, veíamos teatro hasta en la plaza! ¡El arte, hijo mío, genera largas y agradables conversaciones! ¡Abre nuevos caminos! ¡Deja tu corazón lleno y tu cabeza sana! Dicho esto, se sintió abrumado por un dolor desgarrador. ¡Cállate! Sintió que ya había dicho demasiado. Con el corazón desgarrado, esperó en silencio. Temía haber lastimado a alguien que no tenía la misma experiencia y oportunidades que él había tenido. - ¡Lo siento si te hice daño! ¡Nuevo silencio! La pausa se hizo aún más larga… e incómoda. El padre decidió interrumpir la conversación en ese momento. - Creo que es suficiente por hoy, ¿no? Debes saber que mi amor por ti me impulsa a querer mostrarte un mundo de posibilidades ... ¡pero tal vez me tomó un tiempo darme cuenta de lo mucho que necesitabas este tipo de conversación! ¡Hablaremos de nuevo! ¡Ahora descansa, hijo mío! ¡Quédate en paz porque soy tu padre y te amo! Dicho esto, el hombre se levantó, depositó las flores sobre la tumba de su hijo, dio media vuelta y se marchó en silencio.

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