martes, 11 de mayo de 2021

Voyerismo



Como todos los viernes, Desiré había llegado a casa alrededor de las ocho en punto de la tarde y, como todos los viernes, había llegado cansada. Aquel, si cabe, un poco más, porque su compañera de turno estaba enferma y había tenido que atender a sus seis usuarios que, sumados a los seis suyos, eran doce: una absoluta locura para cualquiera. Y más, un viernes.

Como todos los días, y especialmente los viernes, lo primero que hizo fue desvestirse en el dormitorio y ducharse. Bueno, en realidad el orden era: bajar la persiana del dormitorio, desvestirse y ducharse. Ese era el orden exacto desde que descubrió que uno de los vecinos del bloque de enfrente se entretenía espiándola.

Fue precisamente cuando se disponía a bajar la persiana cuando vio al sospechoso de voyerismo subido en una escalera, al parecer —la distancia no permitía asegurarlo sin unos prismáticos como los que utilizaba él— cambiando una bombilla. De repente, se desplomó sobre la escalera, esta cedió por el desequilibrio del peso, y el chaval cayó sobre ella primero y al suelo después, dándole a Desiré la impresión de que se había matado.

Se le cayó la toalla de las manos a causa del acto reflejo por el susto, y la recogió rápidamente para no quedar desnuda ante la ventana, mientras corría al teléfono para marcar el número de emergencias. Esperó durante unos dos minutos mientras comprobaban los datos, pero el operador le repitió que necesitaba saber el piso exacto:
- ¡No se lo puedo asegurar! Es un cuarto, pero no le puedo precisar cuál, ¡vengan lo antes posible, puede estar con vida pero malherido!
- ¿Me dice, señora, que es el cuarto de la calle Pérez Galdós, 24?
- Sí, así es, un cuarto, no sé cuál, ni cuántos hay.

- Hay tres, pero solo puede ser uno.

- ¿Por qué solo puede ser uno?
- Porque ya nos han llamado en más ocasiones por hechos muy parecidos, suelen ser falsas alarmas.
- ¿Falsa alarma? ¡He visto como caía a plomo de una escalera y me ha parecido que se ha golpeado con una mesa! ¡No se levantaba!
- No se preocupe señora, no va a ser nada. Mandamos ambulancia con urgencia, en todo caso. Gracias por llamar.

Se quedó petrificada frente a la ventana, con la toalla en la mano, semidesnuda. De repente se dio cuenta que era ella quien se había convertido en voyeur de su voyeur, y tuvo la inercia de bajar la persiana para dejar de mirar, pero no pudo hacerlo. Estaba viviendo como una película de suspense lo que podría ser una muerte real. Había dudado muchas veces de la salud mental de aquel vecino, ¿debía ahora dudar de la suya?

Al día siguiente supo que Gustavo, así se llamaba, padecía esquizofrenia desde hacía diez años, y que la película que vio fue, efectivamente, la de su muerte.

Pensó en por qué aquel muchacho vivía allí, solo. También pensó si se podría haber evitado. Se sintió mal.


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