"Por eso pido, toda la guaisa; por eso pido, toda la guaisa", canta Pepi en medio del estacionamiento a pecho desnudo y con el trago de ron a medio beber como pareja de baile. Sus amigos siguen la escena con pasos de baile y vítores para que siga: "eh, eh, dale, dale", aclama María quien apenas puede bajarse del carro en el punto culminante de su borrachera. Carlos es el único que sucumbió ante el alcohol y yace dormido en el asiento trasero del carro. Alfredo, el conductor encargado, se mantiene erguido, digno y seguro de un sobrio andar. Son las siete de la mañana. Vienen de ahogar las penas en el Bar Jarillo, donde sirven las mejores "Cuba libre" de la ciudad. Pero, ¿qué tiene de especial esta situación común en un grupo de veinteañeros? Pues que el más joven tiene 42 años.
En la entrada del edificio los espera Jaime, quien no ha podido dormir preocupado por amigos irresponsables con el teléfono apagado. Padece un tipo de trastorno bipolar que controla con pastillas de litio. Se ha debatido entre la satisfacción de que los suyos merecen pasar un rato agradable y la bronca de que no le hayan llevado.
- Apuren pues que están haciendo el ridículo, me avergüenzan con los vecinos- grita preocupado por los reclamos que le caerán en la próxima reunión comunitaria.
- Disculpe mi estimado caballero, no es vuestra intención ofenderlo y mucho menos a sus ilustres colindantes - dice con irónico histrionismo teatral un circunspecto Alfredo.
- ¿Qué hablas? ¿Tendré que ir por ellos y traérmelos a cuerazos?
- No te vuelvas loco, bájale a tu intensidad que estamos felices. Ya vienen ¿crees que van a dormir en la calle?
- No, pero se van a quedar en mi casa y ni siquiera se preguntan cómo me siento yo.
Alfredo nota la cabeza gacha y ojos llorosos de Jaime. Deduce que no ha tomado el tratamiento, así que regresa para convencer uno a uno a cada colega etílico de comportarse. Cuando ven la descomposición de Jaime, acceden inmediatamente.
- Ante todo, gracias por recibirnos en la casa cuando tus padres andan de viaje. Ni de broma le llego yo a mi esposa así - comenta un recién levantado Carlos.
- Sí, tu señora me llamó y le dije que estabas en el balcón fumando. Te cubrí la espalda, como siempre.
- Bueno compadre, para eso estamos los amigos. Dame un abrazo.
- ¿Podemos dejarnos de rodeos ya? ¿Me van a decir por qué no me invitaron?- sentencia Jaime molesto. - Es sencillo, amigo mío, tú has encontrado la paz y salud mental con tus viejos, con nosotros ayudándote tantos años y con la medicina que te recetaron. Nosotros, "los normales", seguimos en esa búsqueda y creímos que unos rones nos ayudarían, pero ¿sabes que nos hace sentir bien? Que tú no estabas, porque eres un igual y esta vez quisimos dejarte fuera del plan para que entiendas.
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