miércoles, 12 de mayo de 2021

El poder está dentro de tí

    Siempre que caminaba por las calles sentía en mis ojos la venda del estigma, la marca que me acompañaba desde hacía dos años. Mi alma estaba invadida de surcos abiertos con espinas dolientes. Un día escuché: Dejadlo solo, está loco. Esas palabras comenzaron a despedazar mi cerebro en pequeñas partes y cada pedazo quedó invadido por un dolor y una soledad que iba arruinando mi vida. Si me sentía rechazado entonces, ¿cómo iba a abrirme paso en la sociedad? Ante la falta de respuesta, opte por recluirme en mi habitación. Comencé a hablar solo, con mis posters, con los personajes de la televisión, con mis ídolos de música, o peor, con las paredes…Me enclaustré tanto en mi caparazón que rechazaba acudir a un psiquiatra a pesar de la insistencia de mis padres.

Pero un día a mis ojos llegó un ápice de luz. En Facebook conocí una chica que me contaba haber pasado por lo mismo que yo. La dureza de un infierno interior del que difícilmente sales si no te dejas ayudar. La frialdad de los días sin sentido. Las sucesivas derrotas en soledad. La alimentación de un "ego" solitario, envenenándose de pensamientos negativos que corroen toda la persona. Ella, sabiendo mi situación, me invitó a conocernos en un parque. Y acudí.

Después de tantos días de encierro, caminaba como si pisase otro planeta, a las suelas de mis zapatos les costaba adaptarse al asfalto.

Ella me esperaba puntualmente sentada en un banco. Un ligero viento removía su melena. Su saludo fue tenderme la mano. Notaba mis ojos perdidos en su cara. Con palabras tajantes me dijo: "Encerrado en tu habitación lo único que consigues es sobrealimentar con alimentos tóxicos tu salud mental. Solo no se sale. Necesitas el apoyo de los demás. Yo quiero ayudarte porque viví en tu mundo y hoy soy muy reconocida en mi trabajo de administrativa en una empresa. Trabajo en una empresa familiar pero eso no quiere decir que sea tratada de manera distinta en relación con mis compañeros". Todavía mantenía su mano en la mía, y, de vez en cuando, la apretaba con más fuerza para transmitirme la seguridad de sus palabras.

Acudí al psiquiatra y recibí unas sesiones de tratamiento de psicoterapia. El psiquiatra me dijo que podría dejar pronto la medicación, que el poder de la transformación estaba dentro de mí. Lo mismo que me repetía esa niña de mis ojos.

La luz llegó a mis ojos no tardando demasiado. Ya no pasaba mis días sin sentido. No tuve más derrotas en soledad. Comencé a alimentar mi interior de pensamientos positivos. Eliminé los negros y comencé a ver colores vivos. Mi cabeza había dejado de ser un campo de minas.

Había estudiado mecánica de automóviles. Acudí a un taller. A mi petición de un puesto, me respondieron un no, pero ese "no" podía cambiarlo por un sí si ofrecía mi trabajo gratuito en prácticas.

Hoy llevo felizmente cuatro años en el taller y soy un mecánico de valor reconocido.

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