Su cabeza era como una lavadora, no paraba de pensar en lo mismo. Tumbado en la cama por la noche, le daba una y otra vuelta al mismo tema. Se quedaba dormido con los ojos empapados en lágrimas. Ese continuo dolor en el pecho seguía, cada vez era más fuerte. Dejó de salir, se aisló. Su sonrisa desapareció, ¿para qué le servía sonreír si de todas formas nadie vería su sonrisa a través de la mascarilla?
Siempre decía lo mismo:
«Estoy bien»
Cuando nada estaba bien, pero pensaba que había personas que se estaban muriendo, personas con enfermedades incurables, eso, comparado con lo suyo, no era nada. Estaba muy equivocado. No debía comparar su situación con la de los demás
Si tu salud mental no es estable, físicamente tampoco lo estarás, eso él no lo entendió. Pensaba lo peor de él , que no valía para nada, que era un inútil, que era un fracasado, ¿de qué le servía seguir batallando? ¿Contra quién estaba luchando realmente?
Fácil, su cabeza era su mayor enemigo, la que lo había traicionado una y otra vez. Estaba cansado, harto de su vida. Estaba a diario en su cuarto, aislado, en su burbuja, solo salía para ir al servicio.
Empezó a tener pensamientos suicidas, incluso lo había intentado. Falló. Sin embargo, su cabeza volvía a traicionarle, pensaba que era un fracasado que ni siquiera para eso era bueno. Lo tomaron por loco más de una vez, las personas de su entorno creían que no era algo serio, se tomaron su forma de ser actual como una llamadade atención.
Se tiró en esta situación varias semanas, meses e incluso años. Había perdido la cuenta. Se volvió dependiente de las pastillas para poder dormir, estaba harto de eso, quería cambiar pero,no sabía cómo. Comprendió que debía de buscar ayuda y pensar un poco en él mismo.
«¿Qué he estado haciendo con mi vida todo este tiempo?», se preguntaba desconcertado.
Tenía miedo de buscar ayuda, no quería que las personas que lo rodeaban pensarán que estaba desequilibrado. Relacionaba el hecho de ir al psicólogo con estar loco, pero estaba muy equivocado.
Finalmente, y para sorpresa de las personas de su entorno, lo hizo, buscó ayuda. Poco a poco fue controlando sus episodios depresivos y su ansiedad. Pero su alegría duró poco, más de una vez recibió comentarios al respecto. Quiso tirar la toalla, pero no lo hizo. Volvió a estudiar, tenía un gran sueño. Quería ser arquitecto, y ahora más que nunca volvió para lograr ese sueño. Hizo amigas, e incluso empezó a salir con una chica. Pero lo más importante, es que comprendió una cosa: «Mi cabeza, es mi mayor enemigo, siempre y cuando no pueda controlarla».
Con el tiempo, aprendió a controlar todos esos pensamientos. Empezó a pensar más en él mismo. Comprendió que ser un poco egocéntrico,a veces, no es malo. Por fin era feliz. Logró su sueño de ser arquitecto y formó una preciosa familia.
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