¿Estás dispuesta a tomar antidepresivos?
No lo sé, nunca lo había pensado. Veinticuatro años en este cuerpo, en esta vida y no presté atención hasta que estaba dentro de un torbellino. Sentía que nada tenía sentido y que todo lo que estaba a mí alrededor era ajeno a mí. Mi familia, siempre dispuesta a escucharme de repente, me parecían lejanos. No encontraba mi lugar con ellos, ni con mi pareja, ni en mi casa, ni en mi vida.
La soledad suena interesante cuando no estás en ella, pero cuando lo estás es tan desgastante. Las cosas que antes me apasionaban ahora me daban miedo.
Y aun así sintiéndome tan mal, tan sola, tan triste y agotada cuando mi psicóloga me preguntó si quería tomar antidepresivos lo primero que se me vino a la mente fue que no. No sabía que estaba tan mal, le dije. Ella me explicó que tenía síntomas básicos de un cuadro depresivo. Me miró muy calmada y quieta, mi psicóloga se mueve muy despacio, hace muchas pausas en sus palabras. Me pregunto cómo me había sentido últimamente y que si me había sentido así por mucho tiempo. Inmediatamente empecé a llorar, le dije que no estaba tan mal, que no tenía tantos problemas y que era algo fuera de lo común. Aunque las dos sabíamos que no era cierto.
Las primeras terapias siempre son extrañas. Ella queriendo conocerme y yo queriendo esconderme, Ella queriendo facilitarme el camino y yo a veces muy cansada para recorrerlo.
Depresión es una palabra pesada, y es difícil de asimilar que es tu propia mente la del torbellino. Pero no nos podemos mentir a nosotros mismos para siempre, yo me dí cuenta que algo estaba mal al sentirme muy, muy sola estando rodeada de gente que me ama, que sé que me ama.
Es un diagnóstico raro, no se quita a los tres días con antibióticos. Salir de un cuadro es un proceso muy lento. Donde llegas a tu centro y te enfrentas a todos tus miedos, inseguridades, traumas e ideas erróneas de ti mismo. Pero un día despiertas y vas a tu cocina, te preparas un café y piensas, ¡Pero qué linda mañana! El tiempo se para, y respiras. Es un momento. Tal vez se quede contigo o tal vez no, pero es un paso aunque sea chico a estar bien, bien. No feliz, no triste, solo bien.
Yo entiendo que cuando alguien dice ¡no estás solo! solo te hace sentir un poquito peor, pero de todo corazón con toda mi alma estoy cien por ciento segura de que nadie está solo, es solo que a veces necesitamos ayuda para recordarlo y ver con los ojos abiertos a nuestra vida. Es solo eso, una ayuda que todos merecemos.
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