Olivia sabía que no podía ceder a los malos sentimientos que le producía su trastorno. Para salir de la casa tuvo que luchar contra leones mentales. El TOC le hacía volver una y otra vez para asegurarse de que había cerrado la ventana, apagado la luz y cerrado la puerta. Se iba y luego volvía una, dos... hasta treinta veces para comprobar si había hecho lo básico para salir de casa. Lo que más la agobiaba era cuando estaba cerca del trabajo y sentía un escalofrío por no recordar si había hecho la saga diaria de confirmaciones.
Ese día, el 8 de mayo, todo parecía un poco diferente. El terapeuta le había aconsejado que dejara un lazo rojo cada vez que revisara la puerta, la estufa, la plancha, la luz, etc. Se había despertado antes. A diferencia de otros días, se fue sin regresar. Esto le causó un poco de extrañeza... Pero, finalmente, pensó: "¿Será que estoy curada?
Volvió a casa feliz pensando que a partir de ahora podría escribir sobre su salud mental y ayudar a los demás.
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