Ella llevaba un rato insultándolo porque él le había echado en cara, de nuevo, que se hubiera gastado todo el dinero para la casa:
—Llevamos años así. Y no buscas trabajo —añadió él.
Ella le contestó que "con menudo hombre me he casado" y lo echó de casa. Él no protestó. No por miedo: si no porque ya no tenía más fuerzas para luchar por su amor. Nunca le había contado a nadie como ella le trataba. Temía que se rieran de él. Que la gente lo viera como lo que era: un hombre que no tenía el dinero suficiente para mantener a su mujer.
Miró su cuenta bancaria. Desde hacía tiempo el banco le ofrecía un crédito automático de diez mil euros a cambio de un interés abusivo. Por razones obvias, nunca se lo había contado a ella. Pero esta vez apretó el botón. Utilizaría ese dinero para divorciarse.
Al salir de su casa las preguntas estaban esperándolo. ¿Su error había sido pensar que su amor haría que ella cambiara?
—No se puede cambiar a nadie —pensó en voz alta—. Querer cambiar a alguien es tratar de manipularlo para que sea como tú deseas.
De camino al hotel se cruzó con unos ancianos que caminaban de la mano.
—Ahí hay trampa —pensó—. Uno de los dos machaca al otro y el otro calla.
¿Y si el amor solo dura un tiempo? ¿Y si el resto es manipulación e ilusión?
—Al igual que a los niños se les dice un día que los Reyes Magos no existen, a los adultos nos deberían decir, un día, que el amor no existe.
Llegó al hotel, pidió una habitación y se acostó en la cama. Un ataque de pánico recorrió su cuerpo. Pensó qué pena no tener familia o amigos a quién recurrir. Pensó, con una sonrisa, que el préstamo y los intereses abusivos eran los únicos que iban a echarle una mano para salir de esta. Ella le decía que él no merecía que nadie lo amara. Pero otras veces le decía que él era el mejor esposo posible. Pensó que quizás ella le gritaba porque estaba atrapada con un hombre al que ya no amaba. Quizás se gastaba todo el dinero no por maldad: sino buscando que él la abandonara. ¿Estaba disculpándola? ¿Y si él, en secreto, hacía cosas horribles que se ocultaba a sí mismo?
Pensando, quedó dormido. Durante la noche, varios ataques de pánico lo despertaron. Los imaginó como amigos que lo despertaban para decirle: "no vuelvas con ella, empieza una nueva vida, atrévete".
...
Al año vivía en la calle.
Pasaba los días caminando de un lado para otro: con demasiadas preguntas en la cabeza. La gente se apartaba de él si se lo cruzaban. Hablaba solo en voz alta, tratando de contestarse. Pensó que su error fue creer que podría hallar las respuestas solo: sin el apoyo de un profesional que le ayudara a encontrar la salud mental que tuvo o que, quizás, nunca había tenido.
—Llevamos años así. Y no buscas trabajo —añadió él.
Ella le contestó que "con menudo hombre me he casado" y lo echó de casa. Él no protestó. No por miedo: si no porque ya no tenía más fuerzas para luchar por su amor. Nunca le había contado a nadie como ella le trataba. Temía que se rieran de él. Que la gente lo viera como lo que era: un hombre que no tenía el dinero suficiente para mantener a su mujer.
Miró su cuenta bancaria. Desde hacía tiempo el banco le ofrecía un crédito automático de diez mil euros a cambio de un interés abusivo. Por razones obvias, nunca se lo había contado a ella. Pero esta vez apretó el botón. Utilizaría ese dinero para divorciarse.
Al salir de su casa las preguntas estaban esperándolo. ¿Su error había sido pensar que su amor haría que ella cambiara?
—No se puede cambiar a nadie —pensó en voz alta—. Querer cambiar a alguien es tratar de manipularlo para que sea como tú deseas.
De camino al hotel se cruzó con unos ancianos que caminaban de la mano.
—Ahí hay trampa —pensó—. Uno de los dos machaca al otro y el otro calla.
¿Y si el amor solo dura un tiempo? ¿Y si el resto es manipulación e ilusión?
—Al igual que a los niños se les dice un día que los Reyes Magos no existen, a los adultos nos deberían decir, un día, que el amor no existe.
Llegó al hotel, pidió una habitación y se acostó en la cama. Un ataque de pánico recorrió su cuerpo. Pensó qué pena no tener familia o amigos a quién recurrir. Pensó, con una sonrisa, que el préstamo y los intereses abusivos eran los únicos que iban a echarle una mano para salir de esta. Ella le decía que él no merecía que nadie lo amara. Pero otras veces le decía que él era el mejor esposo posible. Pensó que quizás ella le gritaba porque estaba atrapada con un hombre al que ya no amaba. Quizás se gastaba todo el dinero no por maldad: sino buscando que él la abandonara. ¿Estaba disculpándola? ¿Y si él, en secreto, hacía cosas horribles que se ocultaba a sí mismo?
Pensando, quedó dormido. Durante la noche, varios ataques de pánico lo despertaron. Los imaginó como amigos que lo despertaban para decirle: "no vuelvas con ella, empieza una nueva vida, atrévete".
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Al año vivía en la calle.
Pasaba los días caminando de un lado para otro: con demasiadas preguntas en la cabeza. La gente se apartaba de él si se lo cruzaban. Hablaba solo en voz alta, tratando de contestarse. Pensó que su error fue creer que podría hallar las respuestas solo: sin el apoyo de un profesional que le ayudara a encontrar la salud mental que tuvo o que, quizás, nunca había tenido.
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