El vidrio de mi ventanal, estaba empañado de tanto posar mi cara sobre él para mirar, las escenas eran variadas, la pareja reunida en un pequeño espacio, que solía estar conforme con su cotidianidad, había cambiado de parecer, la distancia les unía, y ahora… sus voces hacían ruido.
Al girar la mirada, pequeños inquietos anhelando volver a la escuela, pero rogando pasar más tiempo con mamá y papá, era un reencuentro, y a su vez nostalgia por otro lado. Los juegos en familia apacigüaban el frío de las pocas paredes que les rodeaban, tal vez alguno deseaba que continuara, pues sin saberlo, siempre había extrañado a papá, era el momento de disfrutar de su compañía, sin el agobio del trabajo.
Muy pocas veces miré hacia el piso de abajo, socorrer desde la distancia a un alma dolida, no era mi fuerte. Bertha estaba sola, no tenía a quien decirle cuanto extrañaba a Arnaldo. Si, así es, Arnaldo perdió el combate contra él, un contundente zumbido alertó a su esposa de su retirada. Lo he visto todo, desde mi escape. Bertha ha quedado muda, sin angustias, solo con tristeza y soledad, si es ella quien sigue, poco le importa, con tal de estar con su compañero.
¿Cómo puedo seguir mirando hacia allá? Ya no sería mi escape, me abruma…afecta mi salud mental.
Prefiero inclinarme un poco más, y rozar con el amor casual, visitas que se hicieron más largas por medidas obligantes que, los atraparon en un lúdico romance iniciado con la convivencia del hogar. Antes me inquietaba, me preguntaba ¿y que van a ser luego que salgan de ahí? Ahora no me importa, vivir ese minuto de existencia es quizás el verdadero vivir, imagino que esta pareja no querrá correr la suerte de Arnaldo y Bertha.
Debo parar un instante, han tocado la puerta, y desde tres metros de distancia me alertan la avería de la calefacción. Tendré que correr a otro ventanal, el de mi madre, que vive en la torre de al lado. Tengo miedo, el frío puede hacer que me encuentren, huelan mi miedo y me atrapen en su telaraña.
Ella sabe que me están persiguiendo, y me deja entrar de inmediato. Al poco rato me invita a pasar a mi vieja morada, el espacio donde crecí y sentí que no era perseguida. Me voy al ventanal a seguir escapando. Desde este lugar es otro panorama, suenan guitarras de esperanza, invitando a aguantar "yo no me doy por vencido…" la lírica es distinta ahora, es otra la circunstancia. Los aplausos no se dejan esperar, Lucía ha logrado avivar la llama de la esperanza con su canto.
Aunque ya me siento segura en casa de mamá, sigo el cotilleo y, me fijo que, no solo yo he querido escapar, no es a mí nada más a quien desequilibra el encierro, que son muchos los que me acompañan en estos momentos. Ya no soy diferente, ahora somos más.
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