miércoles, 12 de mayo de 2021

Un umbral mínimo para los estímulos

Aún tengo dudas. ¿Me corto la oreja? ¿No me la corto? Poderosas razones para hacerlo. Poderosas razones para no hacer nada y seguir siendo la misma anodina que no logra amasar un maldito pedazo de barro. Aún tengo dudas. Si me la corto, la gente va a decir que quise imitar a Van Gogh y entonces sería una plagiadora de mierda, una fracasada igual. El arte es lo mío; pero no la pintura post-impresionista: por más que lo intente no podría recrear una noche estrellada en movimiento, pintar aunque parezca fácil un ramo de girasoles absolutamente amarillos, mucho menos dibujar a los comedores de patatas con sus rostros de demonios juguetones. El arte es lo mío; pero no logro sacar vida de este maldito trozo de barro. No logro realizar mi magnum opus.

Si no me corto la oreja, la intrascendencia me agarrará por la cintura y me alzará en vilo, y antes de partirme en dos o en tres con sus dientes terribles, estaré frente a frente con ella, la miraré a los ojos, oleré lo que emana de su gran boca fétida y el miedo será suficiente para matarme antes de tiempo. Así es que terminaré devorada por la intrascendencia de todas formas.

¿Qué hago entonces? Me pregunto si mis amigos se hacen esta pregunta, si se preguntan cualquier cosa. No hablo con ellos desde aquel sueño, desde que desperté sintiendo que no era yo y luego mis padres me llevaron con los de blanco, y más tarde, al regreso, corrí desnuda por las calles al sentir que sonaba un extraño violín en mi cabeza.
No hablo con nadie desde que intenté levantar un búcaro en terracota en el taller de primer año y me quedé vacía… Ahora estoy otra vez en blanco, preguntándome si debo cortar o no mi oreja mientras alguien me entrega una boleta y me dice que tengo que irme ya, que mi promedio no alcanza para estudiar en una escuela de artes. ¿Me corto la oreja? ¿No me la corto? Poderosas razones tengo para hacerlo. Poderosas razones para no hacer nada y seguir siendo el mismo ser atado a esta cama, sin salud mental, sin sueños, sin recuerdos factibles… Solo el querer (¿o no?) cortarme algo.

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