Sentado en el sofá del salón se encontraba Javier, con la mirada puesta sobre la mesa que se disponía frente a él. Esparcidas sobre la misma, las piezas de un rompecabezas. Revueltas una y otra vez con el fin de encontrar la manera de encajarlas correctamente, tal y como mostraba la imagen de la cajita de cartón muy bien dispuesta frente a él.
Por más vueltas que le daba, no era capaz de cumplir el patrón establecido para resolver el enigma que le llevaba de cabeza desde hacía semanas, desde que se convirtió en paciente de Salud Mental. Palabras que se clavaban en su mente como puñales. Cuando estaba a punto de lanzarlas todas por el aire en un arrebato de desesperación sintió el calor de una mano que se apoyaba sobre su hombro. Giró la cabeza y cruzó su mirada con el rostro amable de Pedro que le sonreía e intentaba calmar la rabia que aquella situación le había provocado.
Se sentó junto a él y le explicó que no tenía que sentirse mal por ser como era. No todo tiene que encajar a la perfección tal y como los modelos nos marcan. Somos piezas de la vida, pero no siempre están hechas para el mismo puzle, existen tantos modelos como personas, he ahí lo bonito de la vida.
Le hizo ver cuál era su fallo, dónde estaba el error que le impedía completar su tarea. Estaba intentando completar su puzzle con las piezas equivocadas, esas eran de otra historia, de otra persona, de otra situación. Cada uno tenemos nuestras propias fichas con las que jugar, ni mejores ni peores, simplemente diferentes, porque somos así de diversos en un mundo complejo. Tan solo se trataba de formar nuestros sueños, construyéndolos sin dejarnos guiar por una imagen que se nos muestra de modelo y que no tiene que ser el camino que nos dará los resultados que se adapten a nuestras circunstancias.
Era diferente a los demás, es cierto, pero, ¿quién no? No existían dos personas iguales y la riqueza de las diferencias era el matiz que aporta la sal a la vida. Seguro que tenía mucho sabor que darle a los días, sazonando con su manera de ver la vida.
Javier sonrió ligeramente porque había comprendido lo que su amigo le quería decir. La forma de ser feliz en la vida era esa, no intentar encajar a la fuerza las piezas y seguir sus propios modos de crear la imagen de sus sueños sin copiar las de los demás. Se dejaría ayudar en el camino para derribar las torres que había construido y salir a flote del mar en el que se estaba hundiendo, un mal menor al que le había dado demasiada importancia.
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