Adelanto el peón negro delante de mi rey dos casillas, y lo sitúo justo frente a su homólogo blanco. Levanto la mirada del tablero de ajedrez, y miro a mi oponente. Su rostro se oculta debajo de la visera roja de su gorra. Andrés está mañana se encuentra más taciturno de lo habitual, que ya es decir. Se ha negado a tomarse la medicación del desayuno, está muy enfadado porque no le dejan ver a su familia. Yo también lo estaría, pero hay que entender la situación en la que nos mantiene esta pandemia, y es por un bien mayor.
—Vamos a hacer una cosa —le digo—, si gano te tomas la medicación.
Sin inmutar un musculo de su faz, agarra su alfil derecho arrastrándolo tres cuadros.
—Está bien —me responde —, pero si gano yo te las tomas tú.
— ¡Eh! No te pases. Bastante tengo ya con lo mío, como para tomarme tus pastillas. —le contesto riéndome.
Saco el caballo de mi izquierda para protegerme de la blanca ficha amenazadora, diciendo:
— Tengo otra idea mejor. Si ganas tú, hablo con la psicóloga para que te deje llamar a tus padres. ¿Qué me dices?
Era una jugada arriesgada. Podía buscarme algún problema con los compañeros, si conseguía que Andrés usase el teléfono fuera de su turno. Sin embargo, me tenía que encargar de que se tomase las pastillas. La enfermera las dejó en un vaso de plástico con su nombre y me pidió que intentase dárselas, ya que ella no había sido capaz.
—Acepto —me contesta sin levantar la cabeza con su ángulo de visión, centrado en la mesa.
La planta de salud mental está en calma relativa esta mañana. Hoy tocan juegos de mesa en la hora de terapia ocupacional, y aprovecho la oportunidad para enfrentarme con Andrés. El ajedrez es de las pocas cosas que le motivan a entrar en mis sesiones. Más que un pasatiempo, se trata de una obsesión para él. Ha demostrado una habilidad sobresaliente, ganando varios torneos online a los que la trabajadora social, le inscribió. Incluso en un periódico local le han dedicado un pequeño artículo, como ejemplo de integración y superación.
Su siguiente jugada me parece demasiado suicida, me hace dudar al ver como expone su dama tan pronto. Toco por un momento mi caballo y lo dejo donde está.
—Ficha tocada, ficha movida —me espeta.
—Vale, vale, es cierto... Saco el caballo aquí, F6. Te vas a quedar sin la reina nada más empezar.
Levantando la cabeza por primera vez desde que colocamos las figuras sobre el tablero, me pregunta:
—¿No conoces el mate pastor?
Me quedo observando pensativo, y entonces me doy cuenta de lo que va a pasar. El residente adelanta su reina hasta el peón que tengo en F7 diciendo:
— ¡Jaque mate, con patatas fritas, atún y tomate!
Una enorme carcajada inunda el aula y esperando que me restriegue que le debo una llamada, me suelta:
— Me has hecho reír, has ganado tú. Venga dame las pastillas.
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