Cuando lo vi, estaba acurrucado en un armario. Sus ojos grandes me miraban desde las sombras, como si no lo pudiera ver.
Era molesto. Lo había sentido antes, pero siempre fingía no percibirlo.
¿Por qué insistía tanto en mirarme? ¿Por qué no decía nada?
Cada día empezaba a irritarme más. Y era algo que yo no solía sentir antes. Enojo, irritación sin razón.
Había aparecido de repente, y nadie más lo veía. Simplemente, me comenzaron a ver como la niñita que, de un momento al otro, comenzó a estar irritable sin razón.
Así que, esta noche, no me quedaría callada.
"¿Por qué no hablas de una vez?" grité hacia el armario.
Los ojos saltones miraron hacia los costados, tratando de ocultarse más entre las sombras, pero no pudiendo lograrlo.
Finalmente, se dio por vencido. Una enorme bestia, que aún así tenía una carita tierna y tímida, emergió de entre la ropa y objetos acumulados en el armario.
"Siempre estás ahí, vigilándome ¿Por qué no me hablas, si tanto lo quieres?"
"No es mi intención. Sólo intento protegerte" respondió el monstruo, con voz tímida.
Era gracioso ver cómo una bestia tan enorme podía encogerse como un pequeño gatito, al agachar la cabeza frente a mí.
"No estás haciendo buen trabajo. Sólo me molestas" y, cómo no respondió nada pues sólo se miraba las manos, agregué: "Voy a avisarle a mis papás"
"No te van a creer" me dijo cuando estaba dando media vuelta para salir de la habitación "¿O te escucharon todas las veces que te irritaste antes?"
"No" ahora era yo la que bajaba la cabeza frente a él "Sólo me trataron de caprichosa" suspiré, sintiendo que – incontrolablemente – mis ojos se llenaban de lágrimas.
"Tal vez no te crean nunca más" soltó, con un dejo de tristeza y una notable pizca de preocupación, el monstruo.
"¡No! Son mis padres, obvio que me van a creer. Sólo tengo que crecer, y ya no lo van a ver como berrinches de niña"
"¿Y si nunca te llegan a creer?"
Me senté en la cama, dejando caer el peso de todas mis nuevas preocupaciones sobre el colchón:
"Nunca. Suena a mucho tiempo"
"Vine para quedarme" susurró la bestia, sentándose junto a mí "O eso creo. No me dieron una fecha de regreso segura. Nunca estoy muy seguro de nada ¿Y tú?"
Se me oprimió el pecho:
"¿Por qué viniste?"
"No lo sé, aunque debe haber una razón. Pero podemos averiguarlo juntos"
Viendo sus grandes ojos brillantes, noté que estaba tan perdido como yo. Y, por primera vez en días, me sentí comprendida.
"Van a haber días que te moleste mucho mi presencia, te cause temor o tristeza" continuó él "Pero, todo esto, nos ayudará a crecer. A entender de dónde vienen los enojos, a ser más valientes y fuertes"
"Nos ayudaremos mutuamente" le sonreí con tristeza "Por cierto ¿Cómo te llamas?"
"Muchos me llaman Ansiedad"
Nos sonreímos, sin saber qué depararía el futuro juntos.
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