Víctor abrió el buzón después de tres intentos.
Un sobre oficial. Con membrete. Instituto de Salud Mental. No era la primera carta que recibía, y hasta entonces ninguna era portadora de buenas noticias. Subió los tres pisos hasta su casa, tocó tres veces el picaporte con la punta de la llave, hizo tintinear el llavero tres veces y abrió la puerta. Apenas hubo traspasado el umbral, adelantó el pie derecho y dio tres golpecitos a la pata más cercana del mueble que había en la entrada. Solo entonces se volvió y cerró la puerta. Tres veces.
Encima del mueble había una pequeña caja de madera con un rótulo que rezaba "Los tres Tridentes". Allí depositó las llaves. Se despojó del abrigo que colgó tres veces del perchero detrás de la puerta.
Se dirigió a su mesa de despacho y se acomodó en un sillón con tres patas. Modelo Trilogía, le dijo el vendedor cuando lo adquirió.
Tomó el abrecartas que heredó de su padre y meticulosamente fue rasgando la parte superior del sobre, con exquisito cuidado, como si fuera cirugía. Una vez hubo terminado, extrajo un folio doblado en tres, lo desdobló y leyó:
Estimado Víctor. Le notificamos que después de reunido el tribunal y analizado en profundidad su caso, los tres hemos decidido por unanimidad, que su trastorno triplica los niveles estándar, por lo que una vez realizadas las valoraciones en tres ocasiones para salir de dudas, dictaminamos que su caso no tiene solución.
Meditó un momento sobre lo que acababa de leer y lo leyó dos veces más.
Abrió tres veces el cajón del escritorio antes de archivar la carta dentro de su sobre, junto con las 332 anteriores. Se levantó muy despacio, sin expresar ninguna emoción aparente. Se dirigió a la puerta, se puso tres veces el abrigo y después de cerrar tres veces la puerta, salió a la calle.
Justo en el momento que pisaba la acera, un coche doblaba la esquina a excesiva velocidad, chocó con el bordillo y dio tres vueltas de campana delante de Víctor, que pudo evitar ser arrollado al quedarse inmóvil. Una vez detenido el coche, notó por primera vez desde que podía recordar, como algo en su interior despertó, como un interruptor que se activa. Corrió hacia el coche que había quedado apoyado en el techo, extrajo como pudo a la chica que conducía, y le practicó una reanimación de emergencia. Tres veces. Solo tres.
Tiempo después, ya casados, Víctor recibió otra carta del Instituto de Salud Mental, la 334:
Estimado Víctor, a pesar de lo complicado que fue preparar el accidente con su entonces novia como cómplice necesaria, nos congratulamos en comunicarle que su trastorno por tres veces diagnosticado, salvó tres vidas; la de su mujer y la de los gemelos que se gestaban y ahora son sus dos felices hijos. La terapia ha funcionado. Está usted dado de alta.
Ese día, Víctor olvidó que hacía tres años que había sucedido todo.
Un sobre oficial. Con membrete. Instituto de Salud Mental. No era la primera carta que recibía, y hasta entonces ninguna era portadora de buenas noticias. Subió los tres pisos hasta su casa, tocó tres veces el picaporte con la punta de la llave, hizo tintinear el llavero tres veces y abrió la puerta. Apenas hubo traspasado el umbral, adelantó el pie derecho y dio tres golpecitos a la pata más cercana del mueble que había en la entrada. Solo entonces se volvió y cerró la puerta. Tres veces.
Encima del mueble había una pequeña caja de madera con un rótulo que rezaba "Los tres Tridentes". Allí depositó las llaves. Se despojó del abrigo que colgó tres veces del perchero detrás de la puerta.
Se dirigió a su mesa de despacho y se acomodó en un sillón con tres patas. Modelo Trilogía, le dijo el vendedor cuando lo adquirió.
Tomó el abrecartas que heredó de su padre y meticulosamente fue rasgando la parte superior del sobre, con exquisito cuidado, como si fuera cirugía. Una vez hubo terminado, extrajo un folio doblado en tres, lo desdobló y leyó:
Estimado Víctor. Le notificamos que después de reunido el tribunal y analizado en profundidad su caso, los tres hemos decidido por unanimidad, que su trastorno triplica los niveles estándar, por lo que una vez realizadas las valoraciones en tres ocasiones para salir de dudas, dictaminamos que su caso no tiene solución.
Meditó un momento sobre lo que acababa de leer y lo leyó dos veces más.
Abrió tres veces el cajón del escritorio antes de archivar la carta dentro de su sobre, junto con las 332 anteriores. Se levantó muy despacio, sin expresar ninguna emoción aparente. Se dirigió a la puerta, se puso tres veces el abrigo y después de cerrar tres veces la puerta, salió a la calle.
Justo en el momento que pisaba la acera, un coche doblaba la esquina a excesiva velocidad, chocó con el bordillo y dio tres vueltas de campana delante de Víctor, que pudo evitar ser arrollado al quedarse inmóvil. Una vez detenido el coche, notó por primera vez desde que podía recordar, como algo en su interior despertó, como un interruptor que se activa. Corrió hacia el coche que había quedado apoyado en el techo, extrajo como pudo a la chica que conducía, y le practicó una reanimación de emergencia. Tres veces. Solo tres.
Tiempo después, ya casados, Víctor recibió otra carta del Instituto de Salud Mental, la 334:
Estimado Víctor, a pesar de lo complicado que fue preparar el accidente con su entonces novia como cómplice necesaria, nos congratulamos en comunicarle que su trastorno por tres veces diagnosticado, salvó tres vidas; la de su mujer y la de los gemelos que se gestaban y ahora son sus dos felices hijos. La terapia ha funcionado. Está usted dado de alta.
Ese día, Víctor olvidó que hacía tres años que había sucedido todo.
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