No puedo evitar una mueca de asombro ante tu mueca de asombro. Apenas reconozco en ella la sonrisa que fue capaz de cautivar a quien nunca se ha dejado cautivar por sonrisas prefabricadas. Hablamos de edificar porvenires y me interpelas ahora esgrimiendo dudas, temblando como una hoja -como una de esas hojas que quiebran nuestros paseos-, desmoronándote sin causa justificada.
-¿Ha cambiado algo?
Entonces, permitiendo a los temores hacerse fuertes en una conversación que se desdibuja, hilas argumentos científicos, desvías esa mirada de niña… y sueltas la bomba, una bomba que hace explosión entre otras mil excusas, una bomba que desactivo de inmediato:
-Si de salud mental hablamos, nada hay que hablar, pues yo sigo siendo yo y tú, frágil aunque más arropada que nunca -no lo dudes-, sigues siendo tú.
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