Vivir con una depresión en un mundo catalogado como normal ya te hace girar a otro ritmo, después de un largo proceso en que los fármacos te ayudan a llevar un poco mejor la rutina y que gracias a tus ganas, logras salir del túnel, te ves sumergido en un pozo que no estaba en tu camino con un nombre que solo habías visto en los libros de historia: "pandemia". Otra vez parece que este nuevo universo trata de hundirte hacia lo que ya habías dejado atrás, solo que esta vez el encierro no está tan solo en tu cabeza, sino que también es físico. Estás literalmente encerrado en tu hogar ya que afuera apareció una clase virus que si lo pescas te pone boca abajo sin poder respirar. Esto no se trata de una nueva enfermedad mental, pero si la consecuencia de protegerte ante esta nueva amenaza podría gatillar que tu salud mental se vea afectada. Estar encerrado para protegerte a ti y a tus seres queridos, y dejar de lado lo que habitualmente consideramos normal y rutinario, deja un agujero en la vida. Te das cuenta de que los pequeños detalles, como salir de casa a caminar por el parque es tan necesario como tomar desayuno. Sueñas con ir a celebrar el cumpleaños de tu madre, visitar a tus abuelos y viajar por carretera. Bajas de tu nube por un rato y caes en la realidad de que miles de personas han sido afectadas por el virus, millones de familias perdiendo a sus seres queridos, y respiras…aún estoy aquí.
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