miércoles, 5 de mayo de 2021

Que muero

    Me enamoraste con tus chistes tontos y tu forma de hacerme reír. Todo era gracioso en ti.

Hasta esto.  Me hizo gracia.

Recuerdo cuando al llegar al cine o entrar en un concierto me contabas que acababas de vomitar. ¡Genial! Así luego me invitarías a cenar, porque te entraba el hambre.
No sabía que mi forma de verte, ayudaría a tu salud mental.

Me hizo gracia.
También recuerdo cuando aquel ataque de pánico por tener que acompañar a tu hermano, en coche, al pueblo de al lado. ¡Seguro que fue la calada a ese porro! .

Me hizo gracia.
Pasaron años... años tranquilos, sin sustos pero siempre acompañados de la "mini bolsita" . Aquella que rebosaba pastillas de todo, no solo las de emergencia, si no para todo: dolores, gases, alergia... incluso crema para rozaduras.

Me hizo gracia.
Ya montada nuestra casa y nuestra familia perfecta empezaste a marearte una mañana.
Qué raro... ¡sufrirás de vértigos como tu padre!. Luego fue angustia, ¡ya estamos con algún virus traído de la guardería!.
Me hizo gracia.
Explotaste. Tu cuerpo dijo de gritar, y gritó. Menudo ataque de ansiedad en el cumpleaños de tu hijo.
Y te pregunté: - Pero... ¿Y qué es lo que sientes?
- Que muero.
Pues siéntate, te dije, no vayas a romper algo.

Me hizo gracia.
Tranquila y alegre estaba yo esa mañana cuando entraste por la puerta y rompiste a llorar. Me abrazaste de una forma diferente; como me abrazan nuestros hijos cuando se hacen daño.
Esas tres frases aún resuenan en mi cabeza.

- Ya no puedo más. Estoy cansado. Quiero que esto acabe.

Dejó de hacerme gracia.
Y la ansiedad pasó a convertirse en mi enemiga.

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