Pude ver a un hombre vendiéndole la muerte a un semejante; la muerte iba disfrazada de salvación. Pasó una temporada en la cárcel. No el vendedor, sino el comprador. Pude ver a una mujer vestida de negro en la calle, gritándole entre lágrimas: "¡Cobarde!" al asesino de su hijo. Pero lo que más me entristeció, fue la sonrisa del traficante. Una sonrisa carente de empatía que enmarcaba una palabra que jamás olvidaré: "Loca".
Pude ver a personas con carnet de discapacidad mental fabricando los yogures más buenos del Mundo en La Fageda, un bosque lleno de hayas en Olot. Y pude ver a personas sin carnet de discapacidad emocional fabricando los peores prejuicios del Mundo, en despachos rodeados y llenos de contaminación. Vi a los segundos llamando locos a los primeros.
Pude ver una mujer con una mente privilegiada, amar a un hombre sin corazón. Ella no falló en nada en la relación. A cambio, él la maltrató salvajemente. Tanto, que la cordura de ella tuvo que declararse en huelga. La mujer más inteligente que conocí vive encerrada en un centro psiquiátrico. El peor hombre que conocí, hoy, desde la barra de un bar, afirma libremente y sin sonrojarse, que ella estaba loca.
Pude ver tantas cosas en éste loco Mundo, que decidí cerrar los ojos de la cara y abrir los del alma. Porque llegué a la conclusión de que sólo hay una enfermedad incapacitante realmente: la de no tener corazón.
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