martes, 11 de mayo de 2021

Nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos

   Abrí los ojos. Desperté un día más en aquella habitación oscura, con olor a humedad y a cerrado. De repente, recordé que aquella no era mi cama y que no estaba en mi habitación.

Salí de aquel habitáculo, como de costumbre en las últimas semanas, con mi pijama gris y arrastrando mis pantuflas. Como si tuviera que pagar por cada paso que daba y con dirección a la toma de medicación. Allí me esperaban en un bote de plástico transparente mis amigas Fluoxetina y Paroxetina. Llevaba en aquella sala de psiquiatría 3 semanas y 4 días, remolcando mis ganas de afrontar la vida y tratando de reflotar mi salud mental.

Me senté en la mesa, a esperas del desayuno, junto a la señora ojitos saltones. La llamábamos así a sus espaldas por su fisonomía de persona maniaca. Se había apresurado aquella mañana en ponerse sus mejores galas y a maquillar su rostro como Marge Simpson, en aquel episodio en el que Homer inventa una pistola de maquillaje rápido.

Aquello me hizo recordar que era viernes, día de visitas. Olvidé que mis padres y mi hermana venían a visitarme a mi nuevo pisito en el centro de la ciudad.

-Julia te veo más delgada hija, ¿qué no comes?- Dijo ella en tono de madre.

-Claro que como mamá. Los purés de patata insulsos son mi comida favorita. –Respondí irónicamente.

Algo que no entendía era como no había sido capaz de perder mi sentido del humor incluso estando en aquella situación tan desalentadora. Los terapeutas se sorprendían de mis respuestas ingeniosas. Aquello no era lo habitual habiendo sido diagnosticada de depresión. Y es que, durante el último año de mi vida habían sucedido una serie de cambios que habían apocado mi ánimo. Momentos agridulces para edulcorar mi vida y darle más intensidad. ¿Cómo podía pasar de tenerlo todo a sentir que mi mundo se había derrumbado? ¿Cómo podía ser que tuviera una vida construida y de repente todo se desvanecía?

Estas semanas en planta y con mucho trabajo a mis espaldas, he llegado a entender que la vida son etapas. Que este camino no es en línea recta y hacia arriba. Que dentro de lo negro existe algo de blanco y viceversa y nadie nos enseñó a manejar situaciones ni a gestionar emociones… Es responsabilidad de cada uno trabajárselo, buscar ayuda e ir al psicólogo. Así como cuando nos duele el estómago cogemos cita en el médico. ¿Por qué esperamos a estar en el hoyo para buscar ayuda psicológica?

Nadie nos dijo que la salud mental fuera tan importante y es algo básico, ya que si no hay salud mental tampoco la hay física. Cuidar de nuestra salud mental es una de las premisas de la vida, ya que nunca sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos.

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