lunes, 10 de mayo de 2021

Nade + "Papel de regalo"

    Mi madre me entregó a mi padre porque «este paquete» ya no le pertenecía. Mi padre me devolvió a mi madre porque «este paquete» jamás le ha pertenecido. Soy una niña de más de 30 años, dice Vivianne, la psico-loca. Y me río en su cara. Trae hojas con frases inconclusas y un pequeño espacio para que dibuje. Como si yo no supiera que su único fin es psicoanalizarme de pies a cabeza.

Manipulo a mi antojo sus psicométricos, si me siento sola, respondo que "acompañadísima", la niña más feliz del mundo... Las hojas que Vivianne trae en blanco, se las devuelvo llenas de frases basadas en mis ficticios estados de ánimo. Falseo, me creo otra vida.

No siempre fue así. Antes mis respuestas eran limpias; sin embustes premeditados. Yo vomitaba todo, con la ternura de quien vomita una flor. Con total naturalidad afirmaba que sí, que ellos me habían tocado, pero que solo los dejé porque juraron regalarme unas galletas de chocolate. Y dije que me dolió, que me dolió mucho, pero que solo traté de pensar en las galletas, igual que cuando mi madre me mandaba a limpiar el patio, y me recompensaba con pasteles; y cuando él me pedía que se lo tocara, y luego que le pasara la lengüita, «como a la chambelona que te voy a comprar cuando termines, muñequita»; sí, como cuando me la metía en la boca, y —ya sé decirlo con todas sus letras— me violaba. Y me arrojaba en los brazos de otros para que me re-violaran. Cuando ya todos se satisfacían, me compraban helado de chocolate. Hasta que se cansó de lo mismo, de «este paquete», y me devolvió a mi madre. Y luego ella, que siempre estuvo hastiada de mí y al tanto de todo, me entregó a los psico-locos.

Ya no le cuento esas cosas a Vivianne. No quiero que sepa(n) que sé. Río como loca, mirándole a los ojos, pobre Vivianne y su cara de «pórtate bien». De súplica.

Vivianne me toma la mano —no se lo impido— y trenza mi pelo. Me extiende un papel repleto de letras mías, revisado por ella, y concluye: «Ya estás lista, Laura. Has respondido bien a la terapia».

«¿Con una maestra como tú...?, en un centro médico como este...», pienso, pero no me atrevo a decir nada que se sienta auténtico. Ella sentencia: «Irás mañana para tu nueva casa».

Me pide que la acompañe y enmudezco. En su oficina, reparo en los bombones y las hojas blancas en sus manos. No sé qué me espera pero prefiero arriesgar... y le pregunto lo absurdo de... «¿entonces, te han dado mi custodia?».

Asiente.

No podría explicar por qué, pero la abrazo. Vivianne es mi nueva madre, mi madre, y me lleva por primera vez en mi vida, a ver el mar. Mañana... será otro día y no tengo idea de cómo irá todo. No sé si me costará adaptarme. Eso de hijita de mamá no va conmigo.

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