Ese día no lo olvidaré jamás. Estaba frente al inodoro, dando un salto de fé. Tenía una caja cerrada de lorazepam. La abrí, fui sacando pastillas y las vi hundirse una tras otra. Tiré de la cadena, prometiéndome nunca más volver a autodestruirme así.
Pasaron 5 años desde ese marzo post adicción al lorazepam. Además tenía prescriptas altas dosis de escitalopram y ácido valproico. El camino fue duro, me equivoqué muchas veces y tuve muchas recaídas. He aquí mi confesión:
Me automediqué. Mezclé pastillas con alcohol. Mis padres tuvieron que cuidar de mí siendo adulta. Tuve severas crisis de abstinencia. Fui "la mala" y "la loca". Desde pequeña luché contra mi mente. Tuve preguntas asociadas al sentido de la vida a mis 13 años. Una adolescencia rebelde y compleja. Una adultez aún más.
Actualmente, mi día se divide en pequeños momentos, en los que puedo tener tanta cantidad de estados de ánimo como estrellas hay en el cielo. Podría decir que tengo muchas tarjetitas de colores. Algunas de ellas son depresión, ansiedad, inestabilidad emocional, explosiones violentas, falta de sentido de pertenencia, soledad, inseguridad, carencia de autoestima, miedos recurrentes, trastorno paranoide y la lista sigue.
Sin embargo, hoy puedo afirmar: no soy nada de todo esto. No soy mi depresión, y mucho menos depresiva. Mi depresión no me adjetiva. Así como ninguna de mis tarjetitas de colores. Tengo ansiedad, no soy ansiosa.
El camino fue largo y aún no termina. Me libro una batalla en cada despertar. Pero sé que esto es solo el proceso. Mi intuición me dice que hay luz al final del túnel. Que mis sueños pueden cumplirse.
Considero que soy más sensible al mundo. Soy una esponja que todo lo absorbe, pero ¿eso me convierte en una loca? El mundo tiene corazón gracias a nosotros, que sentimos muchas cosas y muy fuertes a la vez. Que visibilizamos y le ponemos cara a lo que todos niegan: el dolor. Nos volvemos uno con él y nos reímos por dentro del target, que nunca nos hizo felices.
Nunca negué mi tratamiento, siempre pensé: ¿por qué lo haría? Hay quienes sufren de migrañas recurrentes y toman medicación, por qué yo no sería igual. Nuestra psiquis y su relación con nuestras emociones también se enferma, y por lo tanto merece el mismo respeto que todo malestar.
Me enorgullece mi historia. La vida me ha hecho una guerrera. Pero hoy no lucho contra mi mente, hoy convivo con ella. Acepto y me quiero, abrazo todo lo que soy y lo que fui. Entiendo que no soy, sino que tengo ciertas cosas. Y que toda mi vida deberé estar alerta. Pero cada día procuro que mis tarjetitas de colores se vuelvan cada vez más pequeñas, hasta ser papel picado.
Llegará el día en el que haré una fiesta, con una enorme piñata llena de mis papelitos de colores y la reventaré entre risas y bailes, celebrando que soy una mujer plena, que superó mucho y que nunca se venció.
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