Cuando mi abuela era todavía joven gozaba de buena salud mental y vivía felizmente en la calle de la Alegría nº 10.
Pero hubo un día color gris perla en el que mi abuela salió de viaje cargada de todo su equipaje, hacia el país de los Olvidos.
En el camino, la madre de mi madre primero perdió el norte y luego, sin querer quererlo, perdió el sur.
Y desde ese día, mi abuela, ya no volvió a recordar nunca jamás cómo volver a su casa.
Tampoco volvió a recordar cómo es el ancho mar, ni el cielo rojo de otoño.
Ni los pájaros del bosque, ni siquiera volvió a decir mi nombre.
Y así fue como mi madre se quedó sola de madre.
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