Tengo una amiga que se llama Elena y, desde pequeña, la trataron mal. Ella decía que era un poco fea, que tenía los ojos muy pequeños y demasiada propensión a engordar; pero yo nunca la vi así. Es buena y dulce, aunque se deja llevar por los comentarios que oye, y se siente mal.
A mi amiga le gusta mucho maquillarse. Se sienta conmigo, cogemos la brocha y nos pintamos; y aunque no seamos profesionales no se nos da nada mal. Pero ya no quiere hacerlo porque piensa que su madre la ve como una zorra. Yo le digo que es una tontería, que aunque se pase con el colorete está guapa y que lo que su madre piense da igual, que seguro que es envidia. La envidia es mala, es mala, y el colorete no, no, ella envidia su colorete. Pero su madre, a lo mejor quiere pintarse como ella y no sabe. Y quiere salir en las revistas y parecer la más mona de todas, copiando a su hija, pero no puede y la llama puta, aunque no lo sea, y Elena se echa a llorar. Pobre Elena.
Miro con tristeza cómo le resbala el rímel con las lágrimas y presiento lo peor. Es cuando llama a Don Manuel, su médico de salud mental, que siempre estuvo enamorado de ella aunque nunca se lo dijo, le cuenta que se siente sola y le pide ayuda. Y él, que la adora, modifica su medicación y consigue que regresen viejos amigos a cambio de poderlos controlar.
Miro con tristeza cómo le resbala el rímel con las lágrimas y presiento lo peor. Es cuando llama a Don Manuel, su médico de salud mental, que siempre estuvo enamorado de ella aunque nunca se lo dijo, le cuenta que se siente sola y le pide ayuda. Y él, que la adora, modifica su medicación y consigue que regresen viejos amigos a cambio de poderlos controlar.
-Deja que te pinte los labios.
-¿Y si tu madre me llama puta también a mí?
Se ríe, no contesta y remarca sus pómulos con el colorete.
-Seguro que crees que estoy loca, pero mis amigos son de verdad. Bueno…, no sé pero da igual. Soy más feliz con ellos.
La madre entra en la habitación, se sienta frente a nosotras en el espejo, y pinta los labios de su hija.
-No parezco una fulana, ¿verdad, mamá?
-Qué tontería. Nunca he visto a nadie más bonita que tú. Estas pastillas te sientan genial ¡Estás preciosa!- la abraza efusivamente.
-Por favor, mamá, que no estoy sola- se despega, un poco avergonzada.
-Ya me lo contaste; tus compis han vuelto. No hay nada malo, lo dijo el médico.
-Me refiero a ella- señala hacia mí, se gira pero no me encuentra.
-Es tu reflejo en el espejo- aclara su madre con normalidad-. Hablabas con él cuando entré. Vamos, Elena; termina de arreglarte. Llegas tarde al trabajo.
-¿Y si tu madre me llama puta también a mí?
Se ríe, no contesta y remarca sus pómulos con el colorete.
-Seguro que crees que estoy loca, pero mis amigos son de verdad. Bueno…, no sé pero da igual. Soy más feliz con ellos.
La madre entra en la habitación, se sienta frente a nosotras en el espejo, y pinta los labios de su hija.
-No parezco una fulana, ¿verdad, mamá?
-Qué tontería. Nunca he visto a nadie más bonita que tú. Estas pastillas te sientan genial ¡Estás preciosa!- la abraza efusivamente.
-Por favor, mamá, que no estoy sola- se despega, un poco avergonzada.
-Ya me lo contaste; tus compis han vuelto. No hay nada malo, lo dijo el médico.
-Me refiero a ella- señala hacia mí, se gira pero no me encuentra.
-Es tu reflejo en el espejo- aclara su madre con normalidad-. Hablabas con él cuando entré. Vamos, Elena; termina de arreglarte. Llegas tarde al trabajo.
Tengo una amiga que se llama Elena. Es buena, dulce y en ocasiones, cuando la vida se lo permite como a cualquier otra persona, es feliz. Siempre está rodeada de amigos, en casa, en la oficina; en su pequeño mundo. Le gusta maquillarse, me gusta maquillarme, y cuando siento algo de tristeza me aplico colorete, llamo a mamá y me pinta los labios del rojo más intenso que pueda encontrar. Y ambas sonreímos mirando los colores de mi cara.
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