Como la arena de la playa, esta taza lleva consigo una huella. Es tan profunda que no la borrarán ni las olas, ni las horas. El asa enmarca el pulgar del ser querido que le dio aroma de hogar. ¿Qué es la tacita de café luego del almuerzo, sino la calidez de la sobremesa familiar?
Ahora, el pulgar que la atraviesa tiene uña de mujer. Al sostenerla, la arena caliente se esparce sobre su piel arrugada sin reconocer la huella de su compañero. Junto con el último granito del reloj de arena, una parte de ella también se fue.
¿Podrá el café despertar algunas de esas entrañables sobremesas? Toma un sorbo, cierra los ojos y apoya la taza contra su pecho. Parece que la calidez llegó a su corazón. Con casi un susurro dice "salud".
"Salud", en esta casa solo se brindaba con café en las fechas especiales. "Salud" yo también susurro, en un anhelo por la salud de mente que es lo que le falta. Pero, gracias a Dios, su salud de espíritu está intacta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario