Ella está como hielo, parece una fría refrigeradora. Tiene la presión baja. Se mira las manos, se las acaricia, las restriega como calentándolas para abrigarse hasta el alma, al mismo corazón. Ni siquiera con la pastilla se duerme. Su cerebro como si fuera un reloj le avisa que debe orar por sus muertos, por las benditas almas del purgatorio. Y así con rosario en mano, reza el rosario en latín. El rosario le sirve también para alejar a los gusanos que asegura que le recorren su cuerpo. El psiquiatra afirma que tiene debilidad cerebral. Ella escucha también la matraca, así se refiere a los golpes que como si fueran martillazos le taladran la mente hasta el cerebelo. Y nos dice que ahora es una gata celosa en celo, que espera impacientemente a su amante, porque la última vez durmió con él, aferrado a su rabo que la envolvía tiernamente haciéndole cosquillas a su corazón…
Eso ocurrió hace cinco años. Ahora su salud mental es diferente. Su alimento es la respiración y más respiración... Ya no tiene las emociones atoradas que como si fueran rocas en su garganta, en sus ojos, en su estómago le impedían fluir en la vida. Antes se quejaba por todo y por todos. Ahora ya no desea que le tengan lastimera lástima. Abraza a los árboles, a las rosas, a las piedras, sobre todo, se abraza así mismo. Y así sin prejuicios amorosamente se ama. Keira es felizmente feliz.
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