Las noches son eternas. Los días también. Las sábanas apestan de sudor de cuerpos pasados y la almohada contiene todas las formas de cabezas muertas. El techo calla miradas perdidas, incluida la mía. Por las paredes hablan voces de otros. "Habrá que desempolvar el disfraz de valiente y salir a tropezar" en la del baño. "Si no hay mal que por bien no venga, ¿qué bien te trajo hasta mí?", detrás de la puerta. Palabras extrañas pero tan propias. Escucho risas que se acercan por el pasillo. La puerta se abre. Su medicación, señor Guerrero. La voz de Susana llega justo a tiempo.
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