Se despertó. Un sentimiento que no podía soportar. La casa sola y la noche era fría. Se la pasó deambulando. Subiendo y bajando las escaleras. Una y otra vez. Sin parar. Caminando lento para intentar calmarse. Los ecos asaltaban su mente. Su propia voz repitiendo como un mantra. El amanecer acechando tras las cortinas. De un salón hecho un desastre. Por culpa de arrebatos anteriores. Antes. Cuando no eran nadie. Cuando en su mente había silencio y gotas de lluvia. Cuando la ausencia era una normalidad y no un alivio. Oye. Escucha. Siente. Haznos caso. Intruso. Ahora ella era la intrusa y no al revés. Y subía y bajaba las escaleras diciendo no. No, no, no. Alejaos de mí. Desapareced. De mi cabeza. La soledad no ayuda, te empapa y luego arde. Antes le gustaba bailar. Ahora sube y baja las escaleras. Una y otra vez. Hasta que cae. Cae rodando y besa el suelo. Y le gustaría poder traspasar esa barrera y adentrarse en su interior y sumirse en una tierra que espera fría, fría para aliviar su ardor, para calmar su piel y acallar su cabeza. Pero la tierra no está fría ni está caliente ni está. La tierra abunda bajo sus pies, mucho más allá de su alcance, recibiendo el primer azote de la luz que anuncia un nuevo día. Un día más, piensa ella. No quiere un día más. Lo piensa en el suelo con la cabeza sobre el último escalón de la escalera. Y manchado de sangre. Salud, decían. Mental. No mucha sangre. Solo un poco. Suficiente para encender la mecha de preocupación de cualquiera. Pero allí no hay nadie. Solo un cuerpo asaltado y tirado en el suelo. Un fantasma que antes subía y bajaba escaleras pero que ahora está tirado en el suelo. Tirado en el suelo. Llena de frío, y polvo sobre el que desliza los dedos dibujando sin pretender. Cinco surcos vacíos. Y ya está. Aunque los ecos no desaparecen. Ellos nunca desaparecen. Se multiplican. Rebotan en las paredes solitarias, amplificados como un grito de guerra. Y no hay nada que hacer. Una noche más. El agotamiento la posee. Por suerte la posee. Abandona la vigilia y ve desde el suelo que la rendija de la puerta ya es una línea de luz. Solo un fantasma.
Blog con los relatos presentados al concurso convocado por la Plataforma “Salud Mental y Cultura”, integrada por la Unidad de Salud Mental Comunitaria del Hospital de Los Arcos-Mar Menor, las concejalías de cultura de los municipios de Los Alcázares, San Javier, San Pedro del Pinatar y Torre Pacheco, las asociaciones AFEMAR, AIKE Mar Menor y LAEC, y la Fundación entorno Slow-Proyecto Neurocultura de Torrepacheco.
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