martes, 4 de mayo de 2021

Es fácil ser psiquiatra

    Elías era un joven universitario inteligente, sociable y sin problemas de salud mental, hasta ese momento… Pero súbitamente se deprimió y dijo «que no valía la pena seguir viviendo». Los padres se asustaron y me pidieron ayuda profesional.

¿Qué había sucedido? Se podría decir que era mal de amores. Tenía una novia que, de repente, le dijo que quería terminar la relación, y fue reticente a dar explicaciones. Él le suplicó que reconsiderara la decisión. Ella fue firme, se acabó y punto final.

El joven se aisló en su habitación y estaba faltando a la universidad. Los padres acordaron que lo mejor forma de ayudarlo era que el papá hablara con su hijo de hombre a hombre. El padre pensó que el mejor escenario era un bar y tomando unos tragos. Escuchó al hijo y fue directo al grano. Le despachó un menú de consejos prácticos para la vida, basados en su experiencia. Finalmente concluyó:

—No vale la pena sufrir por una mujer; ellas son como los buses, detrás de uno viene el otro. Búscate otra novia, es como un quitapenas.

—Definitivamente, tú no me entiendes, yo valoro el amor de una manera diferente y no puedo compartir tu visión vulgar del siglo pasado —le respondió Elías con un gesto de contrariedad y, a seguidas, se levantó y marchó.

El intento de ayuda había fracasado. Elías quedó frustrado y enojado con el padre que no fue capaz de entender el dolor que sentía.

De manera que asumí la tarea de conversar con Elías. Lo primero fue deslindar mi condición de amigo de la familia de la relación de ayuda terapéutica que le proponía.

Traté de favorecer la libre expresión de la problemática, prestando atenta escucha y realizando algunas preguntas para entender mejor la historia. Eso se llama empatía, que es ponerse en los zapatos del otro. No intentar que la persona vea su problema a través de mi perspectiva, ni tratar de imponer mis soluciones. Tratamos de analizar el problema usando el razonamiento lógico y aplicando el sentido común. Fueron diez sesiones de terapia. El joven logró superar la crisis.

¿En qué fallaron los padres? Sencillamente, le restaron importancia al problema y lo abordaron desde su perspectiva de adultos. Esto provocó el rechazo de Elías.

Después de recuperado, los padres le preguntaron al joven como le había ido con la psicoterapia:

—Muy bien, me ayudó a razonar y comprender mejor las cosas. Pero, fíjate que llegué a la conclusión que ser psiquiatra es muy fácil. Todo es saber platicar.

El mensaje final de Elías fue muy interesante: todos podemos ayudar un poco a las personas que sufren y contribuir a mejorar la salud mental, una relación de ayuda no requiere siempre de un especialista. Parafraseando a Elías: todo es saber platicar. Es asunto de poner el corazón y el raciocinio.

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